Ford cerró ayer el que puede ser el último capítulo de su proceso de reestructuración al confirmar que se desprendió del lastre que suponían las marcas Jaguar y Land Rover, vendidas por 2 mil 300 millones de dólares a la india Tata Motors.
La venta de Jaguar y Land Rover deja ahora al grupo Ford con las operaciones que considera centrales para su negocio, con la marca Ford como el gancho que proporciona cifras masivas de ventas, además de la marca de lujo Lincoln, la Mercury para versiones especiales de modelos de Ford, y Volvo como marca europea distintiva.
Además, el grupo estadounidense mantiene una participación minoritaria pero muy rentable en la japonesa Mazda.
Esta venta, junto con otras realizadas en los dos últimos años por Ford –tanto de marcas como de instalaciones consideradas no esenciales– y sobre todo el acuerdo laboral alcanzado a finales de 2007 en Estados Unidos con el sindicato United Auto Workers (UAW), deja al grupo en la posición que quería para finalizar su reestructuración.
El acuerdo con UAW redujo sus costes laborales de forma significativa –lo que le permite ser más competitivo frente a las marcas asiáticas– y la eliminación de Jaguar y Land Rover simplificará sus costes de gestión y desarrollo.
La venta también liquida el que fuera el imperio de Ford en terreno británico y que en su apogeo estuvo formado por Aston Martin, Jaguar y Land Rover.
Precisamente hace casi un año Ford anunció la venta de la prestigiosa Aston Martin –la marca preferida por el héroe británico del celuloide James Bond– a un grupo inversor británico-kuwaití por alrededor de 925 millones de dólares.
En todas estas transacciones, Ford ha perdido. En 1987 compró el 75% de Aston Martin. En 1989 pagó 2 mil 500 millones de dólares por Jaguar.

