El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, propuso algunos cambios en su proyecto de reforma laboral, pero el principal sindicato del país, la CGIL, mantuvo su rechazo y dejó abierta la posibilidad de convocar otra huelga general.
El pasado 16 de abril las tres centrales más importantes de Italia convocaron una huelga general que fue secundada masivamente contra la reforma laboral del Ejecutivo, en especial por el deseo de anular parcialmente el artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores, que prohíbe el despido sin causa justificada.
Un mes y medio después de ese paro y transcurridos tres y medio desde la última reunión, Berlusconi recibió hoy a Sergio Cofferati (CGIL), Savino Pezzotta (CISL) y Luigi Angeletti (UIL), así como al presidente de la patronal Confindustria, Antonio D'Amato.
La intención es la de reanudar el diálogo social, no sólo en lo relativo al mercado de trabajo, sino también para acabar con la economía "sumergida", para la reforma fiscal y para apoyar a las regiones menos desarrolladas del sur de Italia.
Berlusconi propuso reabrir la mesa de negociación en esos cuatro puntos y trabajar durante el mes de junio para alcanzar unos acuerdos que después se tramitarían como proyectos de ley, según explicó él mismo al final de la reunión.
Aseguró que había encontrado en los interlocutores una voluntad de negociación, como lo demuestra un acuerdo suscrito por los presentes para comprometerse a esas conversaciones.
El punto discrepante lo ofreció Cofferati, cuyo sindicato tiene más de 5 millones de afiliados y es la principal fuerza de oposición a las propuesta sociolaborales del Ejecutivo.
Mientras la patronal y los otros dos sindicatos dieron su visto bueno a la participación en esa mesa de negociación, sin prejuzgar el contenido, Cofferati sólo dio su asentimiento a estar presente en las mesas de economía "sumergida", fiscalidad y apoyo al sur.
