Christophe Jouin, de Texas Instruments Inc., no lleva a comer a su personal a House of Kabobos, Tiki Hut Grill, o cualquier otro restaurante en el conjunto gastronómico Sorrento, que se encuentra a unos cinco minutos caminando desde su oficina en San Diego; sus enemigos podrían estar sentados en la mesa de al lado.
Jouin, de 39 años, es el principal gerente en la división costa oeste de Texas Instruments de Dallas, con 200 empleados, cuyos semiconductores se encuentran en más de la mitad de los teléfonos móviles del mundo. Su rival más cercana, Qualcomm Inc., tiene su sede a la vuelta de la esquina, en Morehouse Drive.
"Tenemos que ser cuidadosos con lo que decimos durante la comida", dice Jouin, luego de cenar en Harry's Bar and American Grill, a 10 minutos de sus oficinas y un lugar más seguro para hablar sobre la competencia.
La batalla entre los dos mayores fabricantes de semiconductores de teléfonos móviles está intensificándose porque los vendedores de teléfonos y proveedores de servicios están sacando la siguiente generación de aparatos e intentando persuadir a los consumidores de que les paguen 200 dólares más por ellos.
Desde hace casi 10 años, los llamados teléfonos de tercera generación (3G) utilizan dos o tres veces el número de chips que llevan los modelos actuales, lo que ofrece una bonanza potencial para las empresas de semiconductores.
Hacer los teléfonos idóneos, desde el ancho de 127 milímetros hasta una batería que no se acaba en 15 minutos, podría traducirse en un mercado de 40 mil millones de dólares para el 2009, pronostica la empresa de investigación de Boston Yankee Group Research.
Los inversionistas están apostando a que Texas Instruments puede aprovechar su ventaja en los modelos de 2G y 2.5G para dominar el nuevo mercado.
La compañía gana más de mil millones de dólares con las ventas anuales de chips, alrededor de una décima parte de sus ingresos, a Nokia Oyj, el mayor fabricante de teléfonos del mundo con sede en Espoo, Finlandia.
