OPINIÓN
Recientes publicaciones, discursos y disertaciones han usado el verbo “enrarecer” para apuntar hacia tensiones que viene viviendo nuestro país.
Estas tensiones no solo abarcan la arena política sino también el entorno socio-económico. Siempre debemos ser conscientes de que la economía se comporta cíclicamente y que factores externos así como internos pueden convertir la sonrisa que algunos han querido vender como permanente en una mueca rápida y triste. Y es que una de las definiciones del verbo enrarecer dice: “hacer que una relación, personal o del ámbito público, se deteriore o que el trato sea más difícil”.
En medio de todo lo que rodea un torneo electoral sin precedentes por el tono de los ataques personales entre candidatos y el recurrente cuestionamiento de propuestas que suenan descabelladas, aparece un reporte que sirve para que inversionistas, calificadoras de riesgo, corresponsales bancarios internacionales se enrarezcan un poquito más con Panamá.
El reporte del Fondo Monetario Internacional sobre la lucha contra el lavado de capitales es más que un llamado de atención a los esfuerzos que Panamá debe implementar de manera rápida para mejorar normas que protejan la actividad financiera en general y así convertirse en ese país que aspira a ser un centro financiero internacional. El reporte concretamente señala ineficiencias en la recopilación de estadísticas relevantes a nivel del Registro Público; de la Unidad de Análisis Financiero; monitoreo de financieras y compañías fiduciarias, entre otras tantas. Este reporte debe servir de guía dura para la próxima administración de cómo fortalecer instituciones vitales para protección y subsistencia de nuestro modelo económico, incluyendo la mejora necesaria e imperativa en la administración de justicia, donde el reporte también mencionó falta de eficiencia. Es evidente entonces que las personas que regentarán el futuro del país durante los próximos cinco años se encontrarán con el desafío de la reaparición de Panamá en listas que afectan nuestra proyección como país de servicios. No olvidemos que cerca de 63% del producto interno bruto descansa en ese sector. Fernando Savater, filósofo español quien estuvo en Panamá la pasada semana, habla que “nacionalismo en general es imbecilizador, aunque los hay leves y graves...”. Defender modelos que aún incluyan la posibilidad de acciones al portador en una sociedad anónima o la resistencia a contribuir de manera desinteresada a la batalla internacional en contra del terrorismo no es nacionalismo racional.
El reporte presenta un interesante desafío para los equipos económicos de los presidenciables, ya que deberán garantizar la integridad del sistema, cumpliendo con mayores exigencias, en un ambiente económico que no registrará el crecimiento de reciente años impactando seguramente ingresos al Estado y enfrentando la deuda más grande de nuestra historia republicana. El ruido de la propaganda que hoy pregona riqueza será enmudecido por la realidad que se avecina. ¿Economía enrarecida? Preocupantemente sí.
