Varios siglos después de este encuentro ficticio, el biólogo Jared Diamond gana el premio Pulitzer de periodismo y el premio Phi Beta Kappa de ciencia con su libro Guns, Germs and Steel, (W. W. Norton & Co., 1997). En él menoscaba la teoría de la supremacía racial con un brillante análisis del desarrollo universal de la agricultura, la domesticación de animales y plantas, la escritura y los avances tecnológicos, y explica que fueron los beneficios ambientales -la disponibilidad de ciertas especies animales y vegetales así como la posición geográfica- lo que diera a Eurasia tan marcada ventaja sobre el resto del mundo. Por ejemplo, expone Diamond, sabemos que para cuando los europeos cruzaron el gran charco, ya los ancestros del hombre que cruzaran el estrecho de Bering milenios antes habían arrasado con toda especie herbívora de monta alguna, dejando a los nativos americanos dependiendo de la caza de peces, reptiles y algunas aves (el pavo, p.e.) para cumplir con sus requisitos proteínicos. Los europeos trajeron ganado vacuno, bovino y porcino, y se llevaron de vuelta muchas especies vegetales (muy bueno) y también varias sorpresitas venéreas (no tan bueno). Se sumó la sífilis (del personaje Sífilo, héroe del homónimo poema por Girolamo Francastoro, 1530) a las grandes epidemias europeas como la viruela y la plaga negra -la gonorrea (del griego gonosí, germen + rheo, fluir) ya se la habían conseguido ellos solitos. Pero por otra parte, los gérmenes eurasiáticos, en especial aquellos de origen animal, aniquilaron a la población nativa de Hispaniola que de siete millones en 1492 pasó a cero para 1535; en otros continentes, su mortalidad acumulada de entre cincuenta y cien por ciento acabó con razas enteras del Pacífico sur, Australia, y Sudáfrica.
Lo que me trae a mi vaquita lechera: Menguaba el siglo XVIII cuando el galeno inglés Edward Jenner quedó muy intrigado con una ordeñadora quien aseguraba ser inmune a la viruela, puesto que ya había sufrido de la fiebre vacuna, versión menos severa de ésta que afecta las tetas de las vacas (de ahí, "vacunar"). Luego, en un famoso experimento conducido en 1796, Jenner raspó la piel de un joven con una aguja mojada en el fluido que había secretado de la pústula de una persona que tenía la fiebre vacuna. Más tarde, al ser expuesto el joven a la viruela, no la contrajo: la vacuna había inmunizado su sistema que, amenazado por la enfermedad más violenta, reconoció al patógeno (del griego pathos, enfermedad + genos, origen) y pudo defenderse con mayor rapidez e intensidad.
Y si no creen que esto tiene relevancia comercial, vean nomás el movimiento bursátil de los Laboratorios Bayer, fabricantes de Cipro, el antibiótico contra el ántrax.
