Cuando Carlos compró su Toyota Corolla pensó que había hecho el mejor negocio de su vida. Lucía como nuevo. Tenía un motor diésel. Venía de Estados Unidos, donde los huecos son la excepción y no la regla. Y le había costado casi mil dólares menos de lo que había previsto, porque le dio resultado el regateo que ensayó con Musa, el indostanés que compró ese auto usado a un comerciante de Baltimore –a través de una subasta por internet– por apenas 500 dólares.
Pero ocho meses después, cuando el Corolla tuvo su primera falla mecánica, Carlos se dio cuenta de lo equivocado que estaba.
"El repuesto que necesito no se vende en Panamá, tengo que traerlo de afuera y me va acostar un billete. Aunque esa marca se comercializó en el país, las especificaciones del motor y de la carrocería del Corolla que trajeron de Estados Unidos son distintas", comentó el arrepentido.
Fernando, un taxista de la capital, corrió con mejor suerte. "Este Mazda tiene como ocho años de uso, pero salió muy bueno y me costó baratísimo. Esos gringos cuidan bien sus carros y vale la pena arriesgarse. Cuando vuelva a reunir 3 mil ‘palos’, me compro otro".
En pleno apogeo
Lo cierto es que el negocio de los "usaditos" importados está en pleno apogeo.
Un buen porcentaje de las licencias comerciales que se tramitaron en el Ministerio de Comercio e Industrias durante los primeros siete meses del año, corresponden a nuevas ventas de autos de segunda. Y, de acuerdo con la Asociación de Distribuidores de Automóviles de Panamá (ADAP), las importaciones de estos vehículos han aumentado 13.3%.
"Antes, los usados representan el 30% del total de las importaciones. Pero, en el último año, la proporción se ha incrementado a casi un 34%", reportó Carlos Rabat, presidente de la ADAP.
Ese incremento, sin duda, guarda relación con la rentabilidad del negocio. Se consiguen buenos carros a 800 dólares en las subastas.
El flete, desde Tampa, Baltimore, Miami o Nueva York oscila entre 350 y 500 dólares. Más 500 dólares por impuestos, 200 por honorarios del corredor y unos 50 por la fumigación en aduana y el transporte desde el puerto de Manzanillo a Panamá.
"En total, a los indostaneses les sale en menos de 2 mil 500 y aquí los venden en 3 mil 500 ó más", reveló un ejecutivo de una de las cinco navieras que traen desde Estados Unidos-en conjunto- unos mil "usaditos" por mes.
Sobreoferta
La ADAP muestra preocupación por esa avalancha extranjera. "La sobreoferta de autos de segunda que hay en el mercado, producto de la importación de usados, afecta la capacidad de los clientes de poder vender su auto actual a un mejor precio y, por ende, se reduce la capacidad de compra de autos nuevos", explicó Rabat.
La escasa reglamentación de esta actividad comercial también es motivo de alarma.
A los autos nuevos se les exigen garantías, facturas y listas de precios debidamente registradas para certificar su valor, disponibilidad de taller y repuestos para garantizar el buen funcionamiento de los mismos y un largo etcétera. "Nada de eso se pide a los usados", destacó Rabat .
De hecho, la frase "este vehículo es vendido sin ninguna garantía expresada o sobreentendida", se ha convertido en el lugar común de los contratos de compra y venta de autos de segunda que se usan en el área metropolitana.

