E l maestro sastre Augusto Corro prepara con esmero un vestido a una exigente cliente.
Se trata de un conjunto de saco y falda hecho a la medida, con acabados de alta costura. Se diferencia muchísimo, advierte, de la ropa industrializada en tamaños estándares.
Ambas piezas van forradas en seda con algodón, el saco es armado con Jaimon fusionable —una fibra que fortalece la prenda—, hombreras de polifil y ojales cosidos a mano.
Creaciones Corro es una de las pocas empresas que, con 46 años en el mercado, confecciona todo tipo de ropa, incluso trajes para desfiles de moda.
Ha sobrevivido por la calidad, argumenta su propietario. Ha sido la única estrategia para que las empresas subsistan en los últimos 15 años.
La actividad textil panameña era líder en Centroamérica, pero hoy naciones vecinas le llevan la delantera al país en cuanto a producción y exportación.
En el primer semestre de 2010 se exportaron 817 mil dólares en prendas de vestir, según la Contraloría General de la República (CGR); sin embargo, El Salvador exportó mil 81 millones de dólares en textiles en el mismo período; Honduras envía anualmente 3 mil millones a Estados Unidos en ropa, y las exportaciones textiles de Nicaragua a septiembre fueron de 773 millones de dólares, de acuerdo con diarios internacionales.
En 1990 existían en el país entre 80 y 100 fábricas de ropa que empleaban a unos 30 mil trabajadores; actualmente solo hay unas 40 fábricas con 5 mil personas, según datos de la Asociación Nacional de la Industria Textil.
Los protagonistas del negocio lo atribuyen principalmente al proceso de apertura comercial, cuando en 1997 se ingresó a la Organización Mundial del Comercio.
Los empresarios compiten con masivas importaciones de ropa, en su mayoría provenientes de China.
Aunque el arancel de introducción es de 15%, el costo operativo y mano de obra en otros países es más bajo, por lo que les resulta imposible superar sus precios.
El valor de la electricidad e insumos importados son factores que encarecen los costos locales.
Por esta razón, 90% de las empresas se dedican a la confección de uniformes colegiales y empresariales.
En tanto, solo se conoce de unas tres empresas exportadoras: Confecciones Comodoro, que vende camisillas a Estados Unidos, Confecciones Marge, que exporta ropa ligera a Centroamérica , y la empresa T-Shirts Interamérica, que envía camisetas al Caribe.
Sin embargo, las industria lucha por mantenerse, y aunque grandes fábricas migraron, también en los últimos 10 años se crearon entre 15 y 18 pequeñas y medianas empresas (pymes), por lo que piden a las autoridades un plan de impulso.
A la vez, en 2010 la producción textil reportó un incremento según el Índice mensual de la Actividad Económica de octubre de la CGR.
La mayoría de las empresas del sector son pymes y cada quien habla por su experiencia.
Grupo Mirco, con ventas de 300 mil dólares anuales solo en uniformes, indica que en 2010 aumentó sus ingresos entre 15% y 20%.
Desde 1986 se dedicaban a maquilar —confeccionar ropa de un determinado modelo con insumos de un proveedor—. Debido a las importaciones, hace 12 años se enfocaron en los uniformes.
Sin embargo, han vuelto a maquilar para un comercio popular desde hace ocho meses y dos nuevas cadenas también evalúan la posibilidad de contratarlos, por lo que estiman que en 2011 se reactive la maquila.
De esta manera, una tienda puede ofrecer mayor variedad de ropa, ya que se pueden solicitar pequeñas cantidades de determinados modelos, además de que se empieza a encarecer la ropa importada, expuso Fermín Miró, gerente de Grupo Mirco.
“Todas las compañías se están uniformando, veo un crecimiento a corto y mediano plazo en la industria. El reto es la calidad de entrega y el tiempo”, agregó.
Wilfredo Batista, propietario de Diseños y Confecciones Dalwis, y Bordados Modernos, indica que sus ventas se han mantenido.
Hace 22 años su empresa hacía ropa para damas, pero por las circunstancias se han diversificado y confeccionan uniformes, bordados y realizan serigrafía.
“La industria de la confección ha sido abandonada, era la que más empleo daba y el libre comercio la abatió”, reclamó.
Batista invirtió 2 millones de dólares en maquinarias, y no concuerda con la importación de uniformes, cuando empresas locales han arriesgado sumas millonarias.
Por esto pide a las autoridades una protección a la actividad similar a la existente en otros países.
Él intentó exportar uniformes a República Dominicana, Colombia y México, pero el arancel elevado que protege a sus industrias le impidió ingresar.
En 2011 quiere invertir 50 mil dólares en tres locales ubicados en diversos centros comerciales, pero el mayor obstáculo es que los bancos desconfían en la actividad, por lo que tienen que autofinanciarse.
Augusto Corro, presidente de la Asociación Nacional de la Industria Textil, estima que la situación para las pequeñas empresas, que son la mayoría, es difícil.
“La industria está en cuidados intensivos y si el Gobierno no hace algo desaparecerá en 10 años”, concluyó.
El gremio solicitó una ley de incentivos y préstamos preferenciales para la actividad; el asunto fue considerado en septiembre por la Comisión de Comercio de la Asamblea Nacional, y se trabaja en la redacción de un borrador de anteproyecto; sin embargo, el Ministerio de Comercio e Industrias hecha por tierra la posibilidad.
La Dirección Nacional de la Industria informó que hacer una ley para un solo sector no es viable y sugirió acogerse a la nueva norma de Fomento Industrial que les reembolsaría hasta 25% de lo invertido en nuevos procesos tecnológicos y producción más limpia.
Sin embargo, representantes del gremio coinciden en que esa ley no les beneficia en estos momentos, porque la mayoría lucha por mantenerse activa y no en invertir en investigaciones.
