Antes de Samaniego y La Fontaine, Lope de Vega analizó el problema de cómo los ratones se librarían del gato. Pero aunque todos los ratones aprobaron el proyecto confiando en la sabiduría de la solución, había un problema. Después de hablar culto un rato, salió un ratón "barbicano, colilargo, hociquirromo, y encrespando el grueso lomo, dijo al senado romano, ¿Quién de todos ha de ser el que se atreva a poner ese cascabel al gato?".
Igualmente, de mano en mano se ha venido deslizando el espinoso tema de las pensiones y jubilaciones durante décadas, esperando un gobierno que enfrente con valentía el problema.
Ahora bien, una vez dispuestos a ponerle el artefacto al gato, lo imprescindible es decidir qué tipo de cascabel utilizar. Es decir, ¿optaremos por un cascabel indeleble de alto calibre para atender el problema estructuralmente y de raíz, o nos conformamos con un cascabel de dudosa calidad que, al caerse, nuevamente nos dejaría frente al problema inicial?
En términos sencillos, un artefacto de "dudosa calidad" se refiere a un mero ajuste de números de porcentaje de cotización, de edad de jubilación y de años de cotización, lo que viene siendo más bien una reforma paramétrica.
Por el contrario, el sendero más difícil y que requiere mayor sacrificio, las reformas estructurales, consiste en financiar las pensiones con una capitalización plena en cuentas individuales.
Aunque una reforma paramétrica ciertamente es más sencilla, la misma tiene una gran desventaja: es un asalto a generaciones futuras. Esta "solución" simplemente traslada el problema del financiamiento de las pensiones y jubilaciones de la generación actual a los trabajadores más jóvenes y, peor aún, a sus hijos y nietos.
Por ejemplo, en algunos países de la la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con modelos de contabilidad intra-generacional, se ha podido determinar que las personas nacidas después de 1993 (año base para el cálculo), tendrán que afrontar contribuciones a la seguridad social que van desde un 30% hasta un 500% por sobre los aportes que se hacen hoy día.
En el caso panameño– suponiendo que estos modelos sean aplicables– esto implica cuotas de entre 9.24% y 36.25% de los salarios, cuando actualmente son de 7.25%.
Este tipo de reforma no solamente es más sencilla sino seguramente más "políticamente potable". Sin embargo, no aborda el problema con luces largas, sino que coloca diques muy frágiles para tratar de contener las crecientes aguas solo por algunos años.
En cuanto a una reforma estructural, hay dos grandes obstáculos que dificultan realizar cambios expeditos por esta vía: el bono de reconocimiento y el déficit operacional de la Caja de Seguro Social (CSS). La pregunta es entonces, ¿cómo hacer realidad una reforma estructural, cuando algunos cálculos aproximan el costo de la misma a unos 13 mil millones de dólares, un poco más del Producto Interno Bruto (PIB) del país?

