Hoy termina el Mundial con una final inesperada y una serie de momentos que definen al fútbol no solo como el deporte por excelencia de nuestra civilización, sino también por la dimensión que tiene para despertar la pasión en la gente, elevar nuestro sentido de humanidad y por el impacto que tiene en el desarrollo de los países.
Cuando Cristiano Ronaldo abrazó y acompañó a Edison Cavani a salir de la cancha lesionado durante el partido Uruguay-Portugal, la imagen que se envió al mundo tenía una gran carga de emotividad y un mensaje profundo. La rivalidad por más aguda que sea no está por encima del reconocimiento del valor de las personas y Cristiano, quien representa una de las marcas deportivas más valiosas del mundo, se comportó como un digno embajador del juego limpio y la deportividad.
El Mundial también nos dejó varios aprendizajes en términos de estrategia. Por ejemplo, quien no cambia se extingue. Ese axioma Darwiniano se le olvidó; por ejemplo, a España, un equipo que se quedó anclado en la estrategia del “tiqui-taca” y no valoró la evolución del fútbol en los últimos años. Como España, muchas empresas que no se transforman se pueden quedar estancadas en las prácticas del pasado y perder competitividad.
Lo interesante es que anteriormente los equipos grandes que perdían competitividad eran sustituidos por otros equipos poderosos, pero en esta oportunidad Croacia dio una demostración de que no hay enemigo pequeño. La clave fue identificar la estrategia correcta, la disciplina, la pasión, la actitud, la constancia y la voluntad de un equipo para salir adelante.
Esta metáfora aplica perfectamente para las grandes empresas y las marcas. Ya no hay empresas grandes y empresas pequeñas, hay empresas innovadoras y empresas no innovadoras; las primeras crecerán progresivamente en el mercado competitivo con el respaldo del público, mientras las segundas sufrirán los embates de su conformidad.
Por último, este mundial nos demuestra el valor y el respeto a la diversidad. Los cuatro equipos que llegaron a las semifinales estaban conformados por futbolistas con historias maravillosas e inspiradoras, una mezcla de razas y credos, migrantes que se movieron de un país a otro por la pobreza, la violencia, las guerras o cualquier otra causa y terminaron siendo factor fundamental en sus equipos. Estos jugadores marcaron la diferencia.
Así es el fútbol, grande y profundamente humano, por eso cada cuatro años nuestro planeta es un balón.
El autor es consultor en comunicación estratégica.
