OPINIÓN
Almorzando con un grupo de amigos ayer, uno de ellos que es empresario me comentaba cómo había sacado del clóset sus libros de macro economía de la universidad desde que la crisis salió. Una de las cosas que le había sorprendido es que en el libro, que analizaba la depresión de los ‘30, mencionaban a Ben Bernanke como el gurú de todos los gurús en los asuntos macroeconómicos.
De una forma muy parecida era considerado Henry Paulson antes de su servicio en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos (EU), que venía de Wall Street como el CEO mejor pagado.
Hoy, dos meses antes de salir de la oficina, esto es una historia diferente.
“La credibilidad de Paulson ha disminuido sustancialmente”, según Peter Wallison, asesor general de la Tesorería bajo la administración de Reagan. Añade que “ha cambiado de posición mucho, lo que demuestra que no ha pensado profundamente hasta el final ninguna de estas políticas. Por ello, él ha perdido toda la confianza del mercado y no termina de arrancar”. Estas críticas vienen luego que la Tesorería dijera esta semana que está abandonando su plan de comprar activos hipotecarios devaluados (el que impulsó a tambor batiente hace dos meses y defendió ante congresistas y expertos escépticos).
Cuando Paulson tomó el puesto en julio de 2006, el Dow Jones estaba en su techo histórico de los últimos 6 años y Goldman estaba cotizando sus acciones a $149 en la bolsa. Su meta inicialmente era usar su reputación para avanzar una agenda que permitiera disminuir la regulación en Wall Street, citando que una supervisión muy estricta impulsaría a los inversionistas a otros mercados como Londres o Hong Kong.
Menos de un mes después de la propuesta inicial de $700 mil millones, accedió a usar $250 mil millones iniciales para inyecciones de capital.
Todavía recuerdo cómo repetían y explicaban que si no hacían esto “el mundo se iba a acabar”. Sin embargo, esta semana abandonó su intención de sostener subastas para estas inversiones caídas.
El nuevo enfoque es el de ayudar al mercado de compra de automóviles, préstamos estudiantiles y deuda de tarjetas de crédito. En medio de la crisis, el crédito al consumo ha pisado el acelerador.
En Panamá, los consumidores también han recurrido a los préstamos personales y tarjetas de crédito para salir al paso del aumento en sus costos.
Sumado a esto, la práctica de aprobar tarjetas de crédito actual hace parecer (no tengo evidencia) que no estuvieran verificando la capacidad de pago de los consumidores vs su nivel de endeudamiento actual y futuro.
Imagínense si los “expertos del mundo” no se ponen de acuerdo sobre cómo atajar este tema, cómo nos irá a nosotros, donde el Gobierno solo improvisa comisiones y se va de viaje. Las tasas de crédito deben subir poniendo una presión aún mayor sobre las finanzas personales de muchos con deudas que ya no pueden pagar y están encaminadas a un peor destino. Es mejor que se tome nota de esto rápido.
El autor es asesor financiero
