Paco Ibáñez ha dedicado su vida a musicalizar poemas de autores españoles e hispanoamericanos. Desconozco si Paco conoce a personas que han pasado tiempo detenidas en centros penitenciarios donde 4 de cada 5 privados de libertad creen ciegamente en su inocencia. Y dice Paco: “En mi pueblo sin pretensión/Tengo mala reputación,/Haga lo que haga es igual/Todo lo consideran mal/Yo no pienso pues hacer ningún daño/Queriendo vivir fuera del rebaño”.
Recientemente conversé con dos conocidos quienes no sólo reconocieron sus fallas hacia la sociedad sino que pasaron tiempo en la cárcel como resultado de sus lecciones aprendidas. A ambos saludo con un abrazo y nos tratamos por nuestros sobrenombres de adolescentes cuando nos conocimos en las canchas de baloncesto de los barrios citadinos.
Ambos son ejemplo vivo de segundas oportunidades bien aprovechadas después de reconocer errores, de enfrentar temores. Con ellos no hubo impunidad, ni abogados de $400 la hora llenos de artimañas para burlar un sistema endeble y pareciera que el sistema funciona entonces para algunos. Sigo con algo de Ibáñez: “En el mundo no hay mayor pecado/que el de no seguir al abanderado/y a la gente no gusta que uno tenga su propia fe/todos me muestran con el dedo/salvo los mancos, quiero y no puedo”.
Curiosamente la reputación, como la confianza, se pierde en un abrir y cerrar de ojos pero para establecerla o recuperarla pues hay que echarle un poco más de ganas. John Grisham, novelista estadounidense quien ha escrito 33 novelas donde prevalece la intriga criminal, es reconocido como el maestro de la ficción legal. No, no es profundo en su elaboración de ideas, pero cautiva por su capacidad de contar una historia.
Lo otro que tiene John Grisham es que ha mencionado a Panamá en varias de sus novelas porque necesitaba de un lugar tipo jungla que albergue criminales y se preste para abrir cuentas bancarias a quién sea, cómo sea. Si, según la publicación más reciente de Tax Justice Network, hay 14 jurisdicciones que hacen posible el manejo del secreto financiero de una manera más turbia, ¿por qué escoger Panamá? Los personajes de Grisham terminan teniendo libre acceso a sociedades anónimas sin dueños y estableciendo amistades muy rentables con banqueros y abogados.
Si Grisham usa el recurso literario de Panamá como país con mala reputación por haber albergado un manejo de sociedades anónimas laxo o de cuentas bancarias cuyos dueños finales eran testaferros, ¿qué podemos esperar de GAFI, la Comunidad Europea, o la OCDE? A la credibilidad dudosa hay que atacarla tal y como venimos haciendo por años: reconociendo fallas, implementando mejoras, provocando cambios a leyes que inspiren respeto. Estas organizaciones desean ver a personas que cumplan con la consecuencia de la ventaja que tomaron en un momento o del daño social que ineludiblemente generaron. Los esfuerzos administrativos por salir de listas grises y negras por parte de la actual administración tienen que ir acorazados por un sistema de justicia diferente que garantice el debido proceso y que eventualmente compruebe que presuntos culpables son en efecto responsables por evadir impuestos o por blanquear capitales y, como consecuencia de estas acciones pasarán un tiempo privados de libertad. Mientras un pueblo goza del sacrosanto carnaval, el país pasa por momentos complejos enfrentando el futuro con la duda si seremos capaces de deshacernos de esa espada injusta que nos aturde todos los días en novelas de Grisham o en las realidades de GAFI y OCDE. Termino con Ibánez antes del obligado mezcal carnestolendo: “Si en la calle corre un ladron/Y a la zaga va un ricachón/Zancadilla doy al señor/ Eso…” Sin justicia no habrá paz. La mala reputación será erradicada solo con una acción conjunta de autoridades y ciudadanos que nos llevará a días de luz.
El autor es economista
