Un problema de confianza

Navidad es casi siempre la época más añorada de todos los comercios. En Panamá no hemos visto un cambio significativo en el gasto festivo debido a la crisis mundial, aunque otros lugares sí han sufrido mucho. En Estados Unidos (EU), donde generalmente experimentan un aumento de ingresos, estas navidades sufrieron bajas de 23% y 14% en ropa femenina y masculina, además de bajas de 27% en electrónica.

Aunado a la crisis financiera que comenzó en EU (y se ha ido esparciendo por el mundo entero) y a la crisis automotora que nos están anunciando pero no termina de llegar, tenemos el efecto Madoff sobre las inversiones en general.

Bernie Madoff, un hombre con una reputación de roble en Wall Street y rendimientos constantes, confeso hace dos semanas de la pirámide más grande de la historia llevada a cabo por más de una década y con pérdidas estimadas en $50 mil millones. El ex vicepresidente de Nasdaq hoy se encuentra bajo arresto domiciliario, mientras las autoridades tratan de resolver el entuerto.

En Panamá no se ponen de acuerdo sobre la cifra invertida a través de siete casas de bolsas locales, puesto que un día la calculan sobre los $100 millones y otro día sobre los $20 millones.

Como no sabemos concretamente la cifra expuesta, es difícil estimar el impacto directo de la misma. Estas inversiones se hacían a través de fondos mutuos con mínimos de inversión altos, en donde el ciudadano común no podía invertir.

Algunos funcionarios como Juan Martans, presidente de la Comisión Nacional de Valores, opinan que el impacto sobre la economía panameña no será alarmante.

Sin embargo, hay un impacto indirecto que sí nos va a afectar y que no podemos desestimar. Este es el impacto de la crisis de confianza.

Las instituciones de Wall Street que eran sinónimos de solidez inquebrantable, murieron este año. Las que no lo hicieron, escaparon de la guillotina transformándose en una sombra muy lejana de lo que eran en enero de 2008.

El crédito está ahogando a los grandes jugadores y los efectos sobre los negocios todavía se están conociendo, resultando en un ambiente de inestabilidad creciente.

El fluido vital de la banca tradicional y de inversión depende de la confianza. Lo que mantiene a estas instituciones a flote, lo que hace valer una promesa comercial y lo que distingue a algunos líderes de otros es la confianza.

Todo lo que se aconsejaba antes sobre usar una institución sólida, historial, consistente, etc., estos acontecimientos lo han tirado a la basura. Es mi opinión que nada reemplaza a la educación para controlar su inversión. Ciertamente habrá oportunidades para el que tiene el efectivo, la paciencia y el estómago para aprovecharlas. Pero lejos han quedado los días en que se confiaba ciegamente en un asesor. Si usted no está dispuesto a embarrarse las manos en lo que está invirtiendo, mejor no lo haga. El futuro económico no pinta bien, y hay que ser más precavido y austero de lo usual para sobrevivirlo.


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