Muchas personas me han preguntado si existe la posibilidad de que en Panamá se dé un terremoto como el de Haití con estragos similares a los de ese país. Aunque ya se publicó un artículo muy completo sobre la opinión de ingenieros con notoria experiencia en el cálculo de estructuras complejas, añado algunos comentarios.
Panamá como país sí tiene algunos riesgos sísmicos, según han explicado en repetidas ocasiones los técnicos del ramo. Recordemos el terremoto de Bocas del Toro en los años 90 y los fuertes temblores que se han sentido en Chiriquí, incluyendo a Boquete.
Pese a ello, mi conclusión es que en las ciudades, especialmente en Panamá y Colón, las posibilidades de un terremoto las descarto.
Otro aspecto es la seguridad de nuestras edificaciones, especialmente ahora que la moda es construir edificios cada vez más altos, en calles cada vez más estrechas, ya que los autos se paran hasta en doble línea en muchas calles de San Francisco, donde pululan nuestros rascacielos.
En este tema me siento bastante tranquilo pero no descarto algún peligro, no por terremotos o la calidad de nuestros ingenieros, sino por la falta de supervisión de los subcontratistas hacia sus operarios y la falta de inspección técnica de los bancos, no administrativa ni de avance de obra para pagar, sino de la calidad y seguridad de la construcción, de lo que depende nuestras vidas. Frecuentemente leemos la cantidad de millones que ganaron los bancos. Si fallara una de estas monumentales torres, quiero saber qué banco no correría a contratar una inspección técnica de gran rigor.
En Panamá tenemos un código estructural muy exigente, ya que tenemos ingenieros excelentes, varios con doctorados en cálculo estructural quienes han establecido exigentes normas que son revisadas y actualizadas de acuerdo a experiencias que se presentan en todo el mundo, ya que existe un continuo flujo de conocimientos técnicos. En cada terremoto acaecido, uno de los primeros equipos que acuden, es el de los ingenieros estructurales de los países más avanzados como Estados Unidos, Japón, Europa y algunos latinoamericanos.
En diciembre de 1972, cuando el terremoto de Managua, viajé dos o tres días después para conocer los motivos del fallo generalizado de las edificaciones, y encontré a europeos, japoneses y gringos metidos entre las ruinas tomando fotos de los aceros retorcidos. También tomé mis propias fotografías de las fallas, para mostrarlas a mis alumnos de edificación de la facultad y a otros profesores de la materia.
Funcionarios locales me informaron que estaban esperando a otros especialistas de universidades e institutos de investigación, para sus propias conclusiones. A raíz de este terremoto se cambiaron los códigos, y se aumentó el espesor mínimo de los aceros y la cantidad y forma de los anillos de refuerzo, especialmente en las uniones de columnas y vigas.
Este proceso se repite siempre y ello aumenta la seguridad.Tenemos constructoras muy serias pero hay otras que las forman los promotores para su proyecto. En las construcciones no hay nada más peligroso que un ingeniero inexperto, pero con mucha iniciativa.
Conversaba en días pasados con Víctor Cano, una autoridad en estructura y coincidía con mi apreciación: el peligro está en la falta de supervisión y de inspección técnica rigurosa por parte de los banqueros. Estamos en sus manos. Ilumínalos, Señor.
