Los herederos de ‘la revolución’

Los herederos de ‘la revolución’
Rigoberto Paredes y su hijo Rogelio, otro de los herederos del proceso octubrino

Son hijos de los predilectos del poder en esos años en que las libertades democráticas le cedieron el paso al autoritarismo.

Cuarenta y seis años después que se produjese aquella ruptura del orden constitucional, se proscribiesen los partidos políticos y surgiera el “líder máximo de la Revolución”, existe una nueva generación al mando. Y, muchos de ellos –comenzando por el presidente de la República, Martín Torrijos– son, sin duda, herederos de un “proceso revolucionario” que duró hasta aquella terrible madrugada del 20 de diciembre de 1989, cuando del cielo llegaron los aviones invasores y las bombas destructoras.

Toda verdad tiene, al menos, dos caras. Y La Prensa, intentó buscar la de los hijos de los protagonistas de esa historia. Esos hijos que hoy, paradojas del destino, tienen una nueva oportunidad para construir la “Patria Nueva” que no lograron sus padres con la “revolución octubrina”.

Quienes fueron entrevistados para esta nota no son, por supuesto, los únicos herederos del proceso que forman parte hoy de la élite gobernante.

Muchísimos se quedaron en el tintero –el canciller, Samuel Lewis Navarro; Julio Escobar, director de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología; Ariel Espino, Oficina del Casco Antiguo o Rómulo Castro, director de Artes del Instituto Nacional de Cultura, entre muchos otros–, pero quienes accedieron a conversar con La Prensa sobre un tema a ratos incómodo, han abierto una nueva puerta para la comprensión de una época –¿revolución o dictadura?– que, tal vez, permita empezar a cerrar viejas heridas.

El llamado “proceso revolucionario” liderado por el padre del actual presidente de la República es, para bien y para mal, parte de la historia de este pequeño país que acaba de alcanzar los 100 años como República. Y la historia, hay que escribirla con todos sus protagonistas. Aquí, están algunos de ellos.

Los Paredes–González

En los pasillos del Palacio Justo Arosemena se pasean hoy los hijos de dos prominentes hombres del “proceso”: Rogelio Paredes, hijo del célebre Rigoberto, y Pedro Miguel González, sin duda heredero de la fogosidad de Gerardo González.

Ambos tienen en común la ardua militancia de sus padres en los años de mandato torrijista, pero sus diferentes estilos son más que evidentes.

Así, el ex ministro y vice ministro de Vivienda y ahora legislador de la República por primera vez –Rogelio Paredes– tiene un estilo muy distinto al que distinguió a su padre hace casi 30 años, cuando era un liberal de “rompe y rasga”.

Antes de 1968, Rigoberto Paredes militaba en el liberalismo. Su vinculación le venía por matrimonio, al ser su esposa sobrina del ex presidente de la República, Marco Aurelio Robles.

Luego del golpe militar, Rigoberto se apuntó al nuevo sistema y tuvo cargos políticos de relevancia.

Entre otras posiciones, estuvo a cargo de los ministerios de Educación y Planificación; además dirigió la tristemente célebre Dirección para el Desarrollo de la Comunidad (DIGEDECOM) y el Hipódromo Presidente Remón.

Su hijo recuerda esos momentos como de gran aprendizaje: “fue como tomar la política en mamadera”, comentó.

Rogelio no olvida de su padre la afabilidad que conjugaba con un carácter recio, radical y audaz.

Al parecer, esas características de su padre lo hicieron evolucionar, convirtiendo al hijo en un político con un estilo concertador, más conciliador, y de búsqueda del acercamiento.

Rogelio Paredes no desea establecer comparaciones entre la “época de su padre”, con libertades ciudadanas restringidas y la que se vive en la actualidad, con democracia y participación.

“Son generaciones diferentes, con principios similares, pero con estilos diferentes”, algo que Paredes considera como una forma de “alpinismo generacional”, una conocida frase de la “revolución”.

Y es que Rogelio Paredes parece recordar perfectamente el lenguaje de esos años. Así, cita “el patrullaje doméstico que Omar Torrijos realizaba con su equipo de gobierno”, como parte de sus recuerdos.

No cree que fuera un proceso perfecto, pero estima que los errores que se pudieran haber cometido “han enseñado al país y a nuestra generación política a mantener y cuidar la institucionalidad y la democracia”.

El otro heredero en la Asamblea es el hijo de Gerardo González Vernaza que, a pesar de su juventud, es ya un veterano en las lides parlamentarias.

Como el menor de sus hermanos, Pedro Miguel González estuvo más cerca de su padre, uno de los civiles que más colaboró con la construcción del “proceso revolucionario”.

De esos años, Pedro Miguel resalta los constantes viajes del que fuera vice presidente de la República, ministro de Desarrollo Agropecuario (antes de Agricultura y Ganadería), vice ministro de Comercio e Industrias y legislador de la República.

A partir de 1973, cuando Gerardo dirige el sector agropecuario, su presencia en el interior del país se intensifica. “Viajábamos constantemente”, recuerda el joven político.

En esos años, su padre era el secretario ejecutivo del movimiento Nuevo Panamá, base para el surgimiento del llamado “Poder Popular”, génesis de la representación por corregimientos, que fue fundamental para el régimen.

En aquella época, a Gerardo González se le dificultaba encontrar tiempo para compartir con su familia. Y eso, hizo mella en Pedro Miguel, quien reconoce “no haber estado al tanto de las situaciones políticas de aquella época”.

Sin embargo, y luego de repasar los acontecimientos que rodearon los “años revolucionarios”, Pedro Miguel está convencido de que haber encarado el compromiso de nacionalizar el Canal de Panamá “fue el mayor acierto histórico del país”, superando cualquier expectativa.

Y aunque guarda silencio sobre el asunto, la invasión norteamericana a Panamá, significó un momento que, seguramente, nunca olvidará.

Ni Rogelio Paredes ni Pedro Miguel González niegan sus raíces torrijistas. Muy por el contrario, dicen sentirse orgullosos de ellas y consideran que al llegar la democracia, “han hecho sus aportes dentro de un clima de amplitud y tolerancia”.

“La democracia tiene que cuidarse, hay que respetarla y mantenerla”, apuntó el legislador González.

Las chicas del proceso

Ligia Castro, directora de la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM), es una estudiosa de las ciencias geográficas y una defensora del proceso revolucionario, “porque aportó muchas cosas positivas al país”.

Sus estudios universitarios los realizó en La Habana, Cuba, y ha desempeñado varios cargos en el Ministerio de Salud, en la Universidad de Las Américas, México, D.F. y en antiguo Instituto de Recursos Naturales Renovables (INRENARE).

Castro inició su carrera política en 1999 cuando el entonces candidato a presidente, Martín Torrijos, la designó como secretaria Nacional de Ecología y Ambiente del Partido Revolucionario Democrático (PRD).

Esa experiencia fue, sin duda, clave para ser designada ahora como directora de la ANAN donde, dice, “hará todo lo posible para que los panameños puedan entender que la conservación ambiental y el desarrollo son compatibles”.

Además afirma tener fe en el trabajo que desarrollará, sobre todo porque considera que, por primera vez, Panamá cuenta con un presidente y dos vicepresidentes de la República que “entienden la importancia del tema ambiental”.

Pero detrás de Ligia y su amor por la tierra y su conservación, está la figura del que ella califica como “un gran hombre”: su padre Nils Castro y un cercano colaborador del general Omar Torrijos Herrera y su “proceso revolucionario”.

Los recuerdos que Ligia tiene de esos años, sin duda la marcaron. Y para muestra, un botón: sus vacaciones de medio año de secundaria las dedicaba a trabajos voluntarios en las montañas de Coclé.

“Esta experiencia marcó mi vida, no solamente por las enseñanzas que mi mamá y mi papá nos dieron desde pequeños en valores espirituales y éticos, sino también por lo que significó la convivencia con familias muy humildes ”, agregó.

Lo más negativo que tuvo el proceso revolucionario –según Ligia Castro– fue que muchos no entendieran a tiempo las intenciones de Omar Torrijos. Y allí, Ligia incluye a los que “estaban a la derecha y a la izquierda”...“él (Torrijos) siempre dijo que estaba en el centro”.

Su admiración por Omar Torrijos nace de lo que Ligia califica como “la necesidad imperiosa que él veía por mejorar el país y de darle una mejor condición de vida a los panameños... y lo logró, porque Panamá es diferente al resto de los países centroamericanos”.

La hija de Nils Castro, afirma que “los errores que se cometieron fueron por pasiones humanas y por odios mal entendidos”. Y agrega, “nunca debemos permitir que nuestra alma se envilezca y que nuestros actos sean guiados por odio... si cada uno de nuestros actos fuesen guiados por el amor, la sociedad panameña sería mejor de lo que es” .

Otra heredera de la revolución, es Maricruz Padilla.

Y aunque la hoy legisladora por el circuito 8–10 no es muy conocida en el ámbito político nacional, ha estado vinculada desde los 13 años a la actividad partidista.

“La gente dice que cuando nacimos nos arroparon con la bandera del PRD”, comentó, atribuyendo sus virtudes políticas a una herencia familiar legada por su padre Juan Carlos Padilla, miembro fundador del PRD y representante del corregimiento de Pedregal por 10 años.

Maricruz, al igual que sus tres hermanos, formó parte de varios grupos de la juventud del PRD. También fue delegada y presidenta del directorio del partido en el área de Pedregal.

La novata legisladora, a pesar de su juventud, recuerda el proceso revolucionario “como una lucha de masas, por darle participación a la clase popular”.

“Fueron momentos difíciles, en donde hubo excesos, pero todo fue consecuencia de un proceso revolucionario”, comentó.

Sin embargo, Maricruz parece apreciar la actual situación de libertad y democracia. “Gracias a Dios, contamos con un país libre en expresiones y plenamente democrático, en el que puedes caminar libremente”.

En las “ansias de poder” coloca Padilla los mayores errores de la dictadura. Pero, rápidamente, aclara: “una invasión no fue la forma correcta de sacar a un hombre del país... fue un hecho lamentable que provocó la muerte de personas inocentes”, concluyó.

Un nombre, un cargo

En 1995, el entonces presidente Ernesto Pérez Balladares –quien hizo surgir de las cenizas después de la invasión al PRD– nombró a Roberto Velázquez como director del Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC).

Diez años después, el hijo del fundador del PRD, Martín Torrijos, nombra al joven médico Roberto Velázquez hijo, en el mismo cargo. Más herencia, imposible.

Roberto hijo cuenta hoy que, a pesar de que nunca hubiera imaginado que viviría esta experiencia, cuando su padre ocupó este cargo, “se involucró en todo lo que es la capacitación de primeros auxilios y tuvo la oportunidad de representar al país como instructor de los cascos blancos”.

Actualmente, Velázquez se encuentra de licencia en la Caja de Seguro Social (CSS), para poder cumplir con su funciones en el SINAPROC.

“Como soy médico, siempre me ha interesado todo lo relacionado con desastres, y en esa dirección fue que poco a poco me fui involucrando con las actividades que mi papá llevaba a cabo en la institución”, detalló.

Incluso llegó a convertirse en el coordinador de voluntarios médicos de la institución, por lo que convivió con las personas dedicadas a estas faenas, cada vez que se presentaba un fenómeno natural.

Además, confiesa, su padre es su asesor, consultor y mejor amigo .

“Gracias a mi padre es que me llamó la atención este tipo de trabajo y tuve la oportunidad de presentarle al presidente Martín Torrijos mi propuesta”, dijo.

Y como un miembro de la “Patria Nueva”, Roberto se propone modernizar el SINAPROC, para obtener “un mejor estatus nacional e internacional”.

Por lo pronto y mientras espera la aprobación del presidente –y después de haber tenido que enfrentarse a una primera prueba de fuego con las recientes y trágicas inundaciones– Roberto cuenta que está capacitando a las comunidades.

Para ello, cuenta, está coordinado con la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JAICA) y el Municipio de Panamá.

Igualmente indicó que volverá a ejecutar los programas de capacitación escolar para que los niños y jóvenes sean multiplicadores de las medidas de seguridad y prevención que se tienen que aplicar para mitigar cualquier fenómeno de la naturaleza.

Como hijo de un protagonista de la “revolución” y un cercano colaborador del general Torrijos, Roberto afirma tener excelentes recuerdos del general. “Aprendí muchas cosas de él [Torrijos]... yo era muy joven y siempre mi papá me inculcó el desprendimiento que Omar Torrijos tenía con el pueblo panameño”.

Para el joven Velázquez, las cosas cambiaron con Manuel Antonio Noriega, “quien persiguió y arrestó dos veces a mi padre”.

“Yo tuve que salir del país por razones similares a las de mi padre y la universidad la tuve que terminar en Costa Rica”, relató.

El recuerdo de esos malos años, parecen desaparecer, cuando Roberto vuelve a citar al general Torrijos y su “revolución”.

Por ello, Velázquez considera que “la juventud debe seguir los pasos de Omar Torrijos, ya que era un hombre muy magnánimo, con una visión y don de gente para ayudar al pueblo”.

En cuanto a la represión y la ausencia de libertad de expresión, Velázquez dijo que él no vivió esas represiones con el general Torrijos.

El joven director del SINAPROC identifica la represión solo con la época de Noriega y aseguró no desear que esos tiempos vuelvan “porque todo el mundo tiene derecho a expresarse”.

Para Velázquez, el proceso revolucionario le dio oportunidades a todos de estudiar y educarse. Y, asegura, la muerte de Torrijos impidió realizar la transición hacia un gobierno civil.

Y en este sentido, dijo que “lamentablemente es una situación que se les escapó de las manos ... así Dios lo decidió y hay que respetarlo”.

Hoy, Velázquez encuentra que la vida les ha dado una nueva oportunidad al permitir que un descendiente del general Torrijos dirija el país. “Estoy seguro de que Martín Torrijos hará un buen trabajo por el bienestar del país”, comentó.

La otra visión

El joven legislador arnulfista, José I. Blandón, está en las antípodas de esta historia.

Hijo de quien fuera originalmente miembro del PRD, afirma que “nunca tuve un grado de simpatía ni con el torrijismo ni con el PRD”

Blandón hijo creció en un hogar donde la política era el pan de cada día. Además de un padre adepto al régimen militar, su madre –puertorriqueña– estaba vinculada al Partido del Pueblo en Panamá y abiertamente opuesta a la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

“Desde muy pequeño estuve consciente de que vivíamos bajo una dictadura militar”, asegura.

Además, su principal recuerdo de esos años es el exilio de su madre y la vigilancia que tuvo su casa por los miembros del G2 (antigua policía secreta). “Interrogaban a todos los que vivían en la residencia incluyéndome a mí, para saber el paradero de mi madre”, cuenta.

Justamente por ello, nunca simpatizó con el régimen militar. Además, aclara, no le debe nada al torrijismo, a pesar de que le han acusado de haber estudiado gracias a la existencia de ese régimen.

“No estudié con dinero del Torrijismo... nunca estudié en el extranjero, mi carrera la hice en la Universidad de Panamá y parte de mis estudios los pagué yo, porque desde segundo año trabajaba”, puntualizó.

La carrera política de Blandón hijo se inició en 1985, con los grupos estudiantiles que se organizaron para protestar por el crimen del médico guerrillero Hugo Spadafora. Eran los años de Manuel Antonio Noriega.

Una vez que inició sus estudios en la Facultad de Derecho, Blandón continuó participando en los movimientos políticos universitarios de oposición a la dictadura.

De aquellos años de enfrentamiento y de búsqueda de la libertad, Blandón guarda incluso sus medallas como miembro de la Cruzada Civilista, su visita a las cárceles del país y su salida al exilio.

Pero su carrera política no terminó; por el contrario, llegada la democracia, entra por primera vez a la Asamblea Legislativa en 1991 como legislador suplente de Marco Ameglio.

Lo que vino después para el destacado miembro de las nuevas huestes arnulfistas, es historia conocida: regresa en 1999 a la Asamblea como legislador principal y en el 2004, a pesar del descalabro del candidato a la presidencia de su partido, es reelegido.

En cuanto a la falta de garantías y libertad de expresión durante el proceso revolucionario, Blandón manifestó que desde muy temprana edad se dio cuenta que vivía en un país que no ofrecía garantía de libertades para quienes opinaban contrario a los que estaban gobernando.

Y en este sentido, dijo que muchas veces tuvo enfrentamientos con su padre, los que se agudizaron con el asesinato de Hugo Spadafora. La situación entre padre e hijo fue tan delicada, que los mantuvo separados por buen tiempo, relató el joven político.

José Blandón hijo asegura que el principal error del llamado “proceso revolucionario” fue haber “pervertido los valores de la sociedad panameña”.

“Aún hoy estamos pagando las consecuencias de haber manejado el país de forma antidemocrática y arbitraria, con altos grados de corrupción y el clientelismo al que acostumbraron al pueblo”.

Participaron en este trabajo Julio Alfaro, Leonardo Flores y Cynthia Sánchez.


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