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Hoy por hoy

El poder enceguece, embrutece y embriaga, y en Panamá, hay que agregar que corrompe, enriquece y envilece. Es una combinación peligrosa, pero, como embrutece, los perpetradores no se dan cuenta de lo que hacen o no les importa. En una frenética carrera para garantizarse –con burdas estrategias geopolíticas– una oportunidad en los próximos comicios, hay diputados que buscan satisfacer sus insaciables y voraces apetitos de poder. Primero, Benicio Robinson (PRD), con 11 corregimientos, y ahora Leopoldo Archibold, de Cambio Democrático, con otros 6, incluso, pisoteando un veto presidencial. La carrera no termina, porque seguramente, esta “victoria” animará a otros a crear más corregimientos, pese a que atravesemos una crisis económica y financiera sin precedentes, producto de la pandemia. A ellos no les importa que haya que destinar millones –solo para que funcionen– a estos corregimientos. Se dividen el país como si fuera un pastel, a su conveniencia y personal provecho. Estamos en manos de mercenarios políticos que nos llevarán a una debacle de consecuencias incalculables.