JORGE DE LAS CASAS JDELASCASAS@PRENSA.COM Josué ben Nun fue uno de los lugartenientes de Moisés, que enfrentó con éxito el ataque de los amalecitas. Y a la muerte del venerado conductor, lo sucedió al frente de Israel. El libro que lleva su nombre lo presenta entrando en la Tierra Prometida y conquistándola.
El libro de Josué, en la Biblia nos permite asomarnos al tema de la intervención de la Divinidad en la historia, según la concepción judía y la cristiana. Allí se narra la caída de la Jericó cananea. Nos dice que la Divinidad ordenó a Josué dar vueltas alrededor de Jericó durante siete días, al cabo de los cuales caerían las murallas. Así sucedió y la ciudad fue conquistada. Las ruinas excavadas de Jericó confirman que, en efecto las murallas cayeron. La pregunta es: ¿Esto lo hizo Dios? ¿Es Dios un Dios de guerra o de paz? ¿Interviene en las batallas?
La Biblia y la tradición judía lo presenta como Yaveh Sebaoth (Dios de los Ejércitos) por lo tanto un Dios que luchaba por su pueblo, Israel. La tradición cristiana lo acogió de igual modo desde el principio: como un Dios providencialista, es decir interesado en el destino del hombre y que velaba por la Iglesia. Sin embargo, la evolución ética del hombre le obliga a entrever diferencias. El pueblo de Israel necesitaba afirmarse en una tradición espiritual como la que tenía, si no quería ser borrado por pueblos hostiles. Para él, su revelación de un Dios que lo acompañaba en la batalla era supervivencia.
Hoy día, no conviene dar interpretaciones fundamentalistas a las acciones bélicas. Pensemos que mientras unos se apoyan en una idea de Dios, sus antagonistas lo harán en su propia idea. Esto conduciría a una guerra fanática y con extremos crueles. El conflicto del Medio Oriente debe resolverse políticamente, no en una lucha entre la Biblia y el Corán. Los conflictos modernos deben ajustarse a nociones de tolerancia. No obstante, el cristiano no puede abandonar la idea providencialista de la historia, esto es, que cualquier cosa que suceda a los hombres, la guerra o la paz, no puede escapar de la previsión de Dios para sus hijos y para la Humanidad, pues como dice el refrán El escribe rec-to sobre nuestros renglones torcidos.

