Lenguas y pobreza

Son siete las lenguas indígenas de Panamá: bribrí, naso, kuna, wuonán, emberá, ngobe y buglé. Corresponden a cada uno de los grupos aborígenes, que totalizan 300,000 habitantes, que corresponde al 10% de la población nacional.

Quienes no pertenecen a esas etnias han ignorado la existencia de esas lenguas, con lo que se les ha condenado a existir en un abismo cultural. En forma sistemática y parcial, se ha intentado educar a niños y jóvenes en la lengua de Cervantes sin reconocer las de ellos son otras. Se ha endilgado la especie de que se comunican a través de un dialecto, un peldaño inferior a un idioma. Un dialecto es una estructura lingüística derivada de un tronco común, que no llega a la categoría social de lengua y que no cuenta con una diferenciación suficiente frente a otras de origen común.

Es positivo que nuestros compatriotas indígenas a-prendan la lengua española, en la que nos comunicamos todos los panameños y en la que hemos organizado desde hace varios siglos nuestra sociedad. La objeción consiste en que se anule la posibilidad de que conozcan primero la lengua materna correspondiente. En las regiones indígenas se producen los mayores índices de fracaso escolar. “El maestro entra en un salón de clases, le habla al niño en español y ocurre un choque cultural”, describe el profesor Julio Dixon, gnobehablante y coordinador del Meduca para la responsabilidad de articular los planes para la enseñanza escolar de las lenguas aborígenes.

El éxito en la adquisición de una segunda lengua depende del manejo de la lengua materna. Los mecanismos de adquisición de la primera lengua son distintos de aquellos inherentes al aprendizaje de una segunda. ¿Por qué el mapa de la pobreza apunta tanto hacia las comarcas indígenas? ¿Por qué es tan alta la deuda social y educativa de esas zonas? Con estas ideas en mente, nos reunimos la semana pasada un grupo de personas interesadas en el asunto, bajo la agrupación cultural que coordino, Nuestra Lengua, y con el apoyo de la Caja de Ahorros y el Consejo de Rectores de Panamá. El foro se desarrolló en el marco del Día Internacional de la Lengua Materna, instituido por la UNESCO en 1999. Es la primera vez que se conmemora en Panamá.

El 90% de los 4,000 docentes que laboran en las áreas indígenas conocen el español, pero no lenguas aborígenes. Ese es el principal nudo para afrontar la educación intercultural bilingüe, que fue formalizada en 2005, a través de un decreto y una ley, y que se lleva a cabo de forma lenta. Faltan muchos aspectos, entre ellos la adecuación curricular, la oficialización legal de los siete alfabetos y presupuesto oficial, sostiene Dixon.

El camino será espinoso para atender esta deuda e implementar una educación en la lenguas maternas aborígenes si la materia no se convierte en una política del Estado. Habrá quienes se desgañiten, hasta con buenas intenciones, en pro de erradicar la pobreza en las comarcas, sin embargo no pasarán de simples manifestaciones que no implicarán ni reversión ni transformación del statu quo.


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