—Doctor, ¿es la fiebre amiga de los niños?
—Sí.
La fiebre es la manifestación del organismo para combatir las infecciones como el catarro simple, la influenza y las infecciones de oído.
De hecho, en un estudio que publicó en febrero de este año el Journal de Alergia e Imunología se dice que los niños que tenían fiebre antes del año de edad, tenían tendencia a tener menor frecuencia de enfermedades alérgicas que niños que tenían poca oportunidad para tener fiebre. Esto es porque, aparentemente, afecta el sistema immunológico, que en alguna forma incide sobre el sistema que genera las alergias.
Hay estudios que indican que si se deja al niño con fiebre (siempre que sea leve) el cuadro infeccioso tiene una duración menor .
Las temperaturas altas raramente producen efectos nocivos, solo aquellas que rebasan los 41 grados, las cuales se conocen como hipertermia y son difíciles de controlar.
De hecho, son extremadamente raras y suceden en ocasiones en cuadros de personas que se exponen al sol por mucho tiempo con ropas que no permiten la evaporación, como por ejemplo soldados en ejercicio o deportistas que emplean ropas para sudar en exceso.
El cerebro tiene mecanismos de control que no lo afectan con las elevaciones de temperatura y actúa como un termostato para mantener la temperatura del organismo o de las infecciones dentro de rangos que no lo afectan ni al resto de los órganos del cuerpo.
Cabe destacar que en un estudio aparecido recientemente en una revista de pediatría, el 89% de los pacientes empleó medicinas como acetaminofén o ibuprofeno para hacer que la fiebre desapareciera, aún cuando esta era menor de 38.5.
No pasa nada malo si no trata la fiebre, pero mantener cierto grado de elevación de la temperatura es la forma natural que tiene el organismo para eliminar ciertas bacterias y virus que no soportan temperaturas mayores de 38.4 centígrados.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
• Temperaturas mayores de 38 grados centígrados en infantes menores de seis semanas de edad.
• Fiebres que duran más de cinco días seguidos.
• Temperaturas elevadas acompañadas de letargio y sueño.
• Temperaturas elevadas acompañadas de signos como erupción en la piel y dolor de cabeza intenso.
• Confusión, aversión a la luz, dolor en el cuello o cuello rígido.
• Llanto inconsolable.