Mi padre murió cuando yo tenía 14 años; me dejó bellos recuerdos firmemente anclados en la realidad, por lo que me considero muy afortunada.
¿Fue el mejor padre del mundo? No tengo idea: fue el mío, y eso bastó. Sin embargo, ya después de tanto tiempo, la fecha en sí, me importa muy poco.
Lo que importa es que si bien perdí a un padre, tuve una madre que fue el mejor papá del mundo.
Volviendo al vocablo pater, en términos simplistas, el latín es el padre de todas las lenguas romances. Pero antes vino el protoindoeuropeo y todas sus decantaciones.
De lo anterior, tomemos como ejemplo la palabra “padre”: Español e italiano = padre; francés = père; inglés = father; alemán = vater y holandés = vader; el griego y el latín ambas tienen pater, y todas las anteriores provienen del sánscrito pitar.
El sánscrito, para decirlo de manera sencilla, es la expresión culta del grupo indoario: en él, los gramáticos indios del s. IV a.C. codificaron los elementos lingüísticos, amén de los textos sagrados e históricos, épicos y dramáticos que posteriormente permitieron establecer que todas nuestras lenguas tienen, en efecto, un ancestro común.
Igual que los idiomas, la mitología grecorromana tiene el mismo punto de convergencia, notable en la etimología del dios padre: tanto el Júpiter romano (Jovis Pater) como el Zeus griego (Pateras) provienen del Dyaus Pitar (Padre Celestial) del sánscrito, donde dyeu- significa “brillar”, y tiene entre sus derivados divino, jovial, Júpiter, diario, jornada y piter o pitar significa pader.
O sea que el padre nuestro, no es un señor furioso, no se trata, el asunto, de la ira de Dios, como mostraban esas ilustraciones de la Historia Sagrada que nos dejaban pesadillas.
De la forma básica dyeu, además de Júpiter, el nombre del dios del cielo luminoso, el jefe del panteón indoeuropeo, proceden también Julio, del latín Iûlius, “derivado de Júpiter” (el nombre de una familia romana); y los derivados: deísmo, deidad, dios; diva, divino, Diana, la diosa de la luna; devi; deodar, Devanagari, de devah (sánscrito), dios, y deva-, divino.
Irónicamente de daêva vienen también diablo y demonio.
Pero los demonios que nos acosan, por lo general, son de nuestra propia hechura. Yo carezco de padre desde hace muchos años. Y a diferencia de otras pobres criaturas que –con peor suerte, o no conocieron a su padre o lo conocieron demasiado bien- tuve una figura excepcional a quien le dedico el día del padre: a mi madre, a “mamita”, a quien a veces también apelo como “oye, tú” y quien -además de epítetos coloridos que son el divino derecho de una madre que ama a su hija y se lo demuestra en cada momento- en ocasiones me ha preguntado: “¿Quién eres tú y qué hiciste con la niña hermosa que traje al mundo?”.
Ay, Mami, no sé. Lo que sí sé es esto: tú sigues siendo la persona más importante de mi universo, porque una puede tener muchos hermanos, muchos hijos, y de repente, muchos padres. Pero madre, solo hay una.
Y como a pesar de que amé mucho a mi padre, tu esposo difunto, al que sigues queriendo hasta lo que te resta de vida, te digo inequívocamente: Feliz día del padre, Madre.
