‘Te lo dije’, ‘vuelvo y repito’, ‘Eso iba a pasar’. ‘Eso lo había pensado yo’. Es Narciso travestido de pitonisa criolla. Devela cuanto oráculo se le pone enfrente. Revela aquello que todos estábamos esperando: ‘yo lo había manifestado de esa manera’.
El adivinador profesional oye, pero no escucha. No le importa otra voz que no sea la suya. En la Lotería Nacional de Beneficencia no lo emplean, por contraproducente, pues vaticinaría los números y letras premiados, y se acabaría el negocio. Acabaría con el chance casado, aunque no con el clandestino. Si es por él, del diccionario habrá que retirar las palabras duda, azar, incertidumbre, vacilación, indeterminación, inseguridad, fortuito, sorpresa.
La autocitación es aquel síndrome que inhabilita al paciente a mirar alrededor y enriquecer sus propios puntos de vista. Se pierde la oportunidad de contrastar los criterios con otras opiniones, sobre todo en una época en que los paradigmas –cada uno de esos esquemas formales que sirven de patrón en distintas esferas de la vida- se desploman como mangos maduros.
Narciso es el padre del reguetón ‘vuelvo y repito’, mediante el cual echa mano de la autocitación sin ninguna vergüenza. Ya lo había dicho, y quedaba claro que aquello expresado llevaba su marca registrada, sin embargo se ufana en anunciar el retorno al trillo estéril de la repetición inútil.
R.I.P. Poca gente cree que por mes desaparecen dos lenguas. Hoy suman poco más de 5 mil en el globo terráqueo. Una de ellas, eyak, desapareció a principios de este año con la muerte de su última usuaria, Marie Smith, de 87 años. La lengua eyak fue compartida por todo un pueblo aborigen y había quedado recluida al poblado de Cordova (Alaska). Su nombre se originó en la forma de cuello del lago de un río del Pacífico sur de Alaska, entre la desembocadura del río Cooper y las montañas Saint Elies.
En 1970 fue publicado el Eyak Dictionnary, de 10,000 términos traducidos al inglés, así como Eyak Texts de folklore y leyendas. Ambos del lingüista Michael Krauss, que desde los años sesenta luchó por preservar el eyak. El pueblo eyak sufrió a partir de finales del siglo XIX, las presiones de los vecinos desplazados también a lo largo del Golfo de Alaska. En particular de los tlingit: su expansión provocó una especie de fusión pacífica entre ambas culturas. Las nuevas generaciones mixtas, en un proceso voluntario, prefirieron la lengua tlingit al eyak. Y fueron entregando el patrimonio de su lengua, agonizante desde hace varios decenios. Para remate, el gobierno estadounidense decidió que las lenguas nativas ya no se debían utilizar.