Una de las mejores actuaciones de Adam Sandler la ofrece en uno de sus mayores fracasos de taquilla: Siempre hay tiempo para reír (Funny People), que tuvo un costo de producción de 70 millones de dólares y que ha recaudado en su paso por el mundo 65 millones de billetes verdes.
Eso es involuntariamente una muestra de humor negro, término que acuñó —o por lo menos hizo famoso— el crítico francés André Bretón y que hoy se usa para delimitar esa sensación de provocar carcajadas de lo que no debería ser objeto de mucha mofa.
Definir el humor es algo complicado porque se trata de un juicio estético, tal como lo planteó sabiamente en su momento el filósofo alemán Immanuel Kant.
O sea, lo que para mí es chistoso para usted puede ser algo absurdo y viceversa.
Un ejemplo es precisamente Funny People. A buena parte de los críticos les gustó esta cinta más que a la audiencia promedio, y no es que unos sepan más que los otros sobre el séptimo arte, solo es que son espectadores con miradas distintas.
Ese modelo de extraña comicidad queda reflejado en George Simmons, el personaje que encarna con triste soltura Adam Sandler, un comediante que descubre lo hermoso de la vida cuando se entera de que está a punto de morir.
El director Judd Apatow, que en Hollywood ha rescatado la comedia para adultos de un abismo argumental con las simpáticas Virgen a los 40 (2005) y Lío embarazoso (2007), aprovecha esta cinta para cuestionar las delicias y los riesgos que conlleva alcanzar ese cetro de cuidado que es la fama, aunque al mismo tiempo cae en el error de darle un tono de cierta gloria al triunfo.
Otro deseo de Apatow es ofrecer un homenaje a los comediantes de standup, esos artistas del humor que ofrecen monólogos divertidos en teatros, cafés, bares y en cualquier otro sitio donde encuentren un público mínimamente receptivo a sus chistes.
La gran mayoría de los grandes comediantes del pasado y del presente de Hollywood han comenzando ejerciendo el standup, tanto para obtener experiencia como para pagar las cuentas.
Incluso, algunos comediantes lo siguen haciendo después de obtener el éxito en el cine o en la televisión, pues disfrutan encontrarse cara a cara con el público.
Por eso, Sandler brinda un George Simmons humano en toda su risa y en todo su desesperación. Es que otra función de la risa es invitar a pensar.
