GUABITO.UNA DE LAS ESPECIALIDADES DE LA FRONTERA ES EL TRáFICO DE INDOCUMENTADOS CHINOS.

Un río, dos países, ningún control

Un río, dos países, ningún control
Pocos segundos de viaje en canoa bastan para cruzar de un país a otro. El traslado cuesta 25 centavos. Los moradores lo realizan para comprar productos más económicos. Los traficantes, para llevar

La frontera es un "colador". Nadie en Guabito se sorprende por una afirmación semejante. Ubicado al noroeste de la ciudad de Panamá, Guabito es uno de los siete corregimientos del distrito bocatoreño de Changuinola. Su nombre acaparó las portadas de los diarios a principios de enero pasado, después que el río Sixaola, el límite natural entre ambos países, saliera de su cauce y arrasara a su paso con las pertenencias de los habitantes. Tras dos meses de la tragedia, ningún habitante ha podido superar el trauma.

Un oxidado puente construido en 1908 por una empresa de Baltimore, Estados Unidos, permite el tránsito terrestre entre Guabito y la comunidad costarricense de Sixaola. Aunque las estadísticas policiales reportan el hurto como el delito de mayor incidencia en el área, en voz baja los agentes policiales, en ambos lados de la frontera, reconocen que el contrabando de mercancía, el tráfico de drogas, de armas y el paso de indocumentados proveniente principalmente de Sur América, figuran entre los problemas de seguridad de alto perfil en la región.

A la orilla del río, en Panamá, se levanta el puesto fronterizo oficial. En un solo edificio están las oficinas de Aduanas, Migración y Cuarentena Agropecuaria del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA). Están abiertas las 24 horas del día. En frente de esa edificación hay una pequeña garita de la Policía de Frontera que sirve de refugio a un agente que presta su servicio por ocho horas. Al término de la jornada, el uniformado es reemplazado por otro compañero. Es un ciclo ininterrumpido que se repite tres veces al día los siete días de la semana. El lamento por la falta de equipo y de personal es constante. "Hace seis años, la Policía tenía una panga que permitía llevar a cabo un recorrido diario sobre el río de frontera. Pero la panga se rompió y nadie la repuso", comentó un agente.

El policía tiene la misión de vigilar el movimiento en la Aduana, mientras revisan los camiones provenientes de Costa Rica. La mayoría de ellos va al puerto de Almirante, ubicado a 33 kilómetros, y desde allí despachan la mercancía hacia Europa.

La revisión es más de papeles que de mercadería. El funcionario de Aduana solo le da una mirada rápida a la carga. La escena se repite una treintena de veces en el día, aunque el movimiento de camiones aumenta los fines de semana.

Es casi imposible llevar un registro del número de personas que circula diariamente entre Guabito y Sixaola a través del puente. Para panameños y ticos no hay ninguna restricción migratoria. Tal flexibilidad, sin embargo, no se aplica a los turistas, quienes tienen que presentar sus documentos antes de ingresar a Panamá.

"No registramos a los panameños porque casi todos los que pasan o van a comprar mercadería o van a trabajar en las plantaciones a Costa Rica", comentó un funcionario de Migración. Algunos panameños, casados con mujeres costarricenses, matriculan a sus hijos en las escuelas ticas, mientras ellos cumplen con su jornada laboral al otro lado del Sixaola. Otros, como Mario Medina, un chico indígena de 10 años de edad, se traslada todos los días al otro lado para lustrar zapatos.

La estructura de ese puente empieza a mecerse cuando el flujo de personas coincide con el paso del camión repleto de mercancías. Sucede que el piso del puente está cubierto de tablas, algunas de las cuales están amarradas con clavos. Las tablas bailan cuando pasan los camiones. Los conductores tienen que cruzar de a uno y en forma muy cuidadosa. Cuando pasa el camión, los peatones tienen que tomar la precaución de hacerse a un lado y aferrarse a la baranda del puente.

La placa que advierte el límite entre los dos países está colocada en el centro del puente. Fue instalada en 1942, cuando Panamá y Costa Rica empezaron a acordar la línea fronteriza.

El medidor que registra el nivel del río Sixaola está colocado en una de las vigas centrales que sostiene el puente. Durante las inundaciones de enero, la aguja marcó el punto más alto que recuerden los transeúntes. La lucha contra la inundación forma parte de la historia de cada uno de ellos. Todos tienen una historia para relatar cuando las aguas llegaron y el drama comenzó a acecharlos: la decisión de abandonar la casa, el centro de refugio que los albergó, la visión del desastre en el regreso. Los habitantes de Guabito y de Sixaola reclaman la construcción de un muro de cemento que contenga las aguas. Nunca lo lograron.

Cruzando el puente, está la garita de la fuerza pública de Costa Rica. "El mayor problema que tenemos es los indocumentados. Lo usan los centroamericanos y colombianos para llegar a San José, rumbo a Estados Unidos. "¿Y qué de las drogas, armas, tráfico de chinos?", le preguntó este diario. El policía sonríe. Hace una pausa y responde: "no tengo mayor información...".

Un policía jubilado, que prefirió mantener su nombre en reserva, mostró un informe de inteligencia en el que destaca los problemas de seguridad. El resumen es: drogas, armas y también chinos que llegan a Panamá y luego son trasladados a Costa Rica, de la mano de empresarios de la región.

Pero el tráfico no solo se realiza por el paso fronterizo, sino a lo largo de varios kilómetros de costa del Sixaola. Este diario recorrió las comunidades fronterizas que crecieron a la vera del río. La Mesa, Barranco, Barranco Afuera, Barranco Adentro y Las Tablas. Todas las comunidades están unidas por una carretera de tierra que sigue el borde del río. Allí no existe presencia policial.

Cada comunidad tiene varios caminos que facilitan el paso a Costa Rica. Alejándose de la carretera, están las plantaciones de banano. Las propias bananeras crearon los caminos alternativos, conocidos como "trochas" para llevar la fruta a la carretera. Pero el camino también lo utilizan los moradores, o quien fuese, para hacer más sencillo su paso a Costa Rica. Atravesando las bananeras se llega al río y el cruce en canoa cuesta solo 25 centavos. Uno de los dueños del almacén de la comunidad de Paraíso, en Costa Rica, tiene su propia canoa. Si se realiza alguna compra en su almacén, el viaje de una costa a la otra es gratis.


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