Por ejemplo, las Stanhopeas , que a veces se encuentran separadas unas de otras por grandes distancias, producirán una fragancia peculiar para atraer a un tipo específico de abeja, las Euglosinas.
Esta abeja recogerá el polen de la flor y solamente lo depositará en una orquídea de la misma especie. De este modo la orquídea asegura la fidelidad de la abeja.
Por otra parte, las orquídeas del género Catasetum contienen en su interior una columna pegajosa cargada de polen. Una vez la abeja penetra el capullo de la flor, descarga sobre ella la columna, la cual queda adherida a la espalda del insecto. La abeja saltará a una nueva flor llevándose el polen y la orquídea sin columna morirá pronto.
Mientras, las víctimas de las flores que contienen el gancho de Coryanthes, quedan rendidas ante un olor intenso de feromonas concentrado en un pétalo parecido a un cántaro, llamado labio.
El insecto persigue el aroma hasta en centro de la flor y cuando sale de ella arrastra consigo el polen.
Otras flores han ajustado la forma de sus pétalos para complacer a su polinizador. Por ejemplo, los pétalos de la Macleania pentaptera crecen en forma de trompeta, perfectos para que el zumbador picotee su interior llevándose el polen.
Parte del misticismo, se atribuye a los riesgos que los cazadores de orquídeas se han tomado en el pasado para conseguir las flores.
Dice la historia que en el siglo IX muchos aristócratas europeos enviaban a los cazadores de plantas a las junglas de Centroamérica y Suramérica a buscar especies nuevas. Muchos de ellos jamás regresaban.
Para más información puede visitar www.atlantabotanicalgarden.org y www. maqui.org. EFE
