Rebosante de hospitales abandonados, salas de anatomía fantasmagóricas, búnkeres y antiguas casetas soviéticas desérticas, Berlín se impuso como un santuario de exploración urbana.
La tendencia, llamada urbex y originada en la década de 1980, consiste en infiltrarse en un lugar abandonado, público o privado, generalmente de forma ilegal. Sus reglas prohíben forzar la entrada, vandalizar, robar objetos y divulgar la dirección exacta del lugar, pero se permite hacer fotos y videos.
Los vestigios de la historia berlinesa, marcada por el nazismo del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial, la partición entre el este y el oeste, la caída ulterior del Muro y el derrumbe de la RDA, que dejó tras su caída una multitud de edificios ahora inútiles, se han convertido en verdaderas perlas para los adeptos del turismo de edificios abandonados, que hicieron de Berlín uno de los epicentros del urbex.
