La fórmula de la “plasticera” es simple: un kilo de plastilina, 20% de cera y 20% de parafina. Una mezcla que, como cuenta su creador, el argentino Diego González, resulta en un material que brinda mayores comodidades al momento de trabajarlo.
“Hace que la plastilina sea más dura. La cera le brinda un poco de elasticidad, y la parafina le aporta firmeza. Cuando se combinan estos tres elementos te da un material que es como plastilina, pero más consistente y elástico”, describe el escultor que mostró su trabajo durante el reciente Comic Con de Medellín, Colombia.
La idea, que nació hace unos ocho años, surgió por la necesidad de contar con un material que fuese de acceso rápido y generase mayor tiempo de trabajo sin que secara instantáneamente.
“Fue tanta la alegría al ver los resultados que proporcionaba este descubrimiento, que compartí la fórmula con todos, y hoy por hoy se usa ‘plasticera’ en casi todos los países del mundo”.
Y aunque sus usos pueden variar dependiendo de quien la utilice, González la usa para darle forma a la gran pasión de toda su vida: la escultura.
“Esto es como cuando vos dibujas. Desde chico tomaba plastilina y le daba forma. Nunca consciente de lo que podía llegar a pasar a futuro. Cualquiera que pueda dibujar, te va a decir: yo puedo dibujar desde que nací. Bueno, yo hago formas con plastilina desde que nací”.
González relata que durante su carrera como escultor le han hecho todo tipo de pedidos, muchos de los cuales considera extraños o con características poco comunes, como efigies para tumbas, por ejemplo. “Eso es lo más lindo de esta profesión, que no te encasillas en hacer algo de forma particular, sino que puedes hacer todo tipo de trabajos”, apunta.
Pero no fue hasta hace 15 años cuando al ver que existía un mercado para su talento, que entró de lleno a la creación de esculturas de personajes de fantasías, como protagonistas de cómics, series de televisión, películas o videojuegos.
Actualmente trabaja para firmas internacionales, entre las que destacan Star Wars, Marvel o Dreamworks, creando desde esculturas a escala, hasta bustos a tamaño real que son vendidos en toda Latinoamérica.
El tiempo que le puede tomar hacer cada trabajo depende de la complejidad requerida y de la etapa en la que se encuentre: “Hace 20 años te decía que entre 15 días y un mes y hoy por hoy se puede resolver en una tarde. Tiene que ver por la práctica excesiva, por andar haciendo esto constantemente. Además, depende del tamaño y la complejidad de la pieza”.
Aunque señala que los trabajos más complejos son los de licencias oficiales, ya que se requiere de una serie de aprobaciones por parte de la compañía y el proceso puede tardar. “Ahora estamos llevando cerca de tres años en la próxima escultura que va a salir a fin de año, que es un personaje de videojuegos, que creo que es la que más hemos tardado en hacer, pero por tema de las correcciones, aprobaciones, idas y vueltas”, explica.
En 2011 abrió su escuela de escultura DGG, en Buenos Aires, Argentina, que cuenta con unos 110 alumnos que comparten su pasión por la escultura.









