No miden más de unos pocos centímetros, pero su observación se convierte en una insólita experiencia: se trata de los fascinantes Bosques en Miniatura del Cabo de Hornos, poblados por minúsculas plantas de musgos que revelan los misterios del invisible “abrigo del bosque”.
En este rincón del planeta en la isla Navarino, a orillas del canal de Beagle y con la cordillera de Darwin como telón de fondo, el visitante desentraña los secretos de un pequeño universo invisible gracias a una lupa que posa sobre los oscuros rincones de los troncos y las caras húmedas de las piedras, donde los rayos del sol juegan al escondite entre tan pequeñas estructuras.
“Aquí uno se sorprende por esta estética completamente distinta”, sostuvo el director del Programa de Conservación Biocultural Ricardo Rozzi, quien señaló que caminar por el bosque muestra “una flora de pequeños seres que cuelgan de los árboles, algunos líquenes que crecen como frutos y minúsculas estructuras parecidas a flores, nunca antes descubiertos”.
Se trata de un lugar de belleza primitiva endémica, en que se extienden mantos de verde intenso cual silencioso y nostálgico abrigo del bosque que anida bajo las lengas color canela.
“Cuando posamos nuestra lupa sobre él -señaló Rozzi- vamos descubriendo nuevas estructuras, pero también nos damos cuenta de que organismos de muchas formas distintas son capaces de coexistir de forma armónica”.
A pesar de encontrarse a tan solo 1000 kilómetros de la Antártida, esta cumbre austral del continente americano, situada entre el Pacífico y el Atlántico, es, según Rozzi, un “verdadero invernadero” de clima templado, con una gran diversidad y abundancia de estos minúsculos organismos llamados briófitas.
