En una estación de metro del centro de Río de Janeiro, un dj musicaliza las batallas entre bailarines de funk y expertos peluqueros, dos íconos de la cultura de las barriadas pobres.
“¡Aquí está la cultura de la favela!”, grita. Los bailarines compiten durante tres días por una plaza en un gigantesco baile funk que tendrá lugar el 13 de septiembre para celebrar los 450 años de la cidade maravilhosa.
Los peluqueros buscan también un prestigioso trofeo al corte más original. El más pedido es el “corte da jaca”, inventado en la favela do Jacaré hace una década: rapado a cero atrás de las orejas y la nuca, y más alto encima, en la base del cráneo. Incluye en general dibujos esculpidos en el pelo.
En la estación de metro Carioca, en pleno centro de Río, comienzan los ritmos desenfrenados. Amanda, de 15 años, se lanza en figuras acrobáticas y frenéticas del passinho, un coctel que mezcla hip-hop y free step estadounidenses con los brasileños samba y frevo, con música funk.
“Esto me calma en ese medio violento que es la favela. Esto ocupa a los jóvenes y les impide hacer tonterías en la calle”, dice al cabo de cinco minutos de proezas.
Con su hermana melliza, son las únicas chicas de un grupo de 10 bailarines de Manguinhos, una favela de la zona norte de Río, que desafiaron a otros 10 bailarines de otra favela en la estación de metro Carioca, en pleno centro de la ciudad, bajo las miradas de sorpresa y admiración de miles de pasajeros que transitan por aquí cada día.
Un poco más lejos, en otro espacio delimitado, una treintena de jóvenes peluqueros -todos hombres- se enfrenta para hacer el corte de pelo a sus modelos.
Mateus Aragao, organizador del “Parade funk” en asociación con la dirección del metro de Río, explica que el passinho superó los límites de las favelas. Hoy los bailarines participan en concursos donde se enfrentan uno a uno.