En el cuadro aparecen dos hombres -uno sentado y otro de pie- con el semblante airado e iracundo.
Una obsesiva reproducción del marco de una puerta se repite como un eco hasta el infinito.
El óleo, insignificante en cuánto a la técnica, habría pasado sin pena ni gloria si no hubiera sido pintado por Adolfo Hitler, pero se ha convertido en el mayor reclamo de una exposición dedicada a la locura en Italia.
La obra, de pequeñas dimensiones y que nunca antes había sido expuesta, ha sido cedida expresamente para la ocasión al Museo di Salò (MuSa), en la ciudad homónima, situada en el norte de Italia, y podrá verse hasta el 16 de noviembre de este año.
ESTADO
“No hay peor locura que la guerra, y Hitler es quizás su representante más emblemático”, comenta el popular crítico de arte italiano y comisario de la exposición, Vittorio Sgarbi.
Así justifica la inclusión de la pintura del principal artífice del holocausto, al lado de otras de maestros como Francisco Goya, Antonio Mancini, Fausto Pirandello, Francis Bacon, o Jean-Michel Basquiat que exploran la relación entre el arte y las enfermedades mentales.
“La pintura es una mierda, el cuadro de un desesperado (...) aquí no se ve la grandeza, sino la miseria”, agrega Sgarbi.
En total, hay 200 obras de distintas disciplinas como la escultura, la fotografía y hasta instalaciones interactivas multimedia, cuyo objetivo es que “genere emociones al visitante, como la angustia o la ansiedad”, en palabras del comisario.
EXPRESIÓN
El título de la exposición ‘Museo della Follia’, del italiano Museo de la Locura, ahonda en la locura como expresión creativa.
Así, hay obras de artistas que fueron catalogados como locos, como Antonio Ligabue o Silvestro Lega, o de otros que vivieron en un manicomio, como Carlo Zinelli o Gino Sandri.
La exposición hace también un recorrido histórico sobre los escalofriantes institutos psiquiátricos italianos del pasado, con fotografías, cartas y otros objetos, que atestiguan la crueldad de cómo venían tratadas las personas allí internadas.
En la presentación ante la prensa, Giordano Bruno Guerri, director del MuSa, recordó que el führer confió al embajador británico en Alemania, Neville Henderson, que se consideraba un artista y no un político, y que una vez resuelta “la cuestión polaca” quería terminar sus días como artista.
“Tal vez nos hubiera ido mejor a todos de esa manera, aunque hubiera sido un artista de poca monta”, opina Bruno Guerri.




