Amor y ganas, motores de Farmaverde

Amor y ganas, motores de Farmaverde
Foto cortesía de Yann-Olivier Hay

La Cooperativa nació del diálogo y el trabajo comunitario impulsado por Yann-Olivier Hay, un francés soñador, aventurero y bioquímico, diplomado en gestión de sistemas tropicales, que cambió los fríos laboratorios de las universidades en las que trabajó como investigador, por el contacto directo con las plantas medicinales, su pasión.

“Decidimos arrancar sin un peso en mayo de 2002 -sostuvo en diálogo con La Prensa el francés voluntario de una ONG francesa-. Dentro del esquema clásico de las ONG nacionales e internacionales, se supone que uno arranca con el 30% o 40% del costo del proyecto. En este caso, solamente contábamos con el amor compartido por las plantas medicinales y una gran voluntad de trabajo por materializar los sueños”, contó Hay.

Manos generosas

María Enriqueta Cárdenas, habitante del barrio Antonio José Sucre, a seis kilómetros de distancia del cultivo actual, ofreció los mil metros cuadrados de su ‘tierrita’ para las primeras semillas que dieron su fruto. Un año después, con los dineros conseguidos adquirieron dos hectáreas en la vereda Olarte de Usme, una de las 20 localidades del Distrito Capital.

Batuta en mano, el francés asumió el reto de seguir adelante con el proyecto y la tarea más difícil, tocar puertas y puertas en busca de más financiación. Hoy, los ‘jarabes y cremitas’ que producían los habitantes del sector, sin apoyo y sin registro forman parte del pasado.

“Así le dimos vida a la siembra de los primeros 7 mil metros cuadrados y, en la actualidad, tenemos más de la mitad de la finca cultivada”, manifestó Hay, quien se define como líder acompañante del grupo que trabaja de ocho de la mañana a cinco de la tarde y que cuenta con una Asamblea General para la toma de decisiones, una Junta de Vigilancia, Administración, Gerente y Representante Legal.

Visión futurista

La idea según Hay es contar con un laboratorio para comercializar los productos y cubrir las necesidades, en principio de todos los habitantes de Usme y luego de Ciudad Bolívar -meta para el 2010-. Hace ocho meses iniciaron la construcción de las instalaciones y aunque tuvieron que interrumpirla, esperan poder terminarla a finales del presente año.

Para la producción de los remedios tienen plantas autorizadas por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA). “La mayoría de las especies son europeas como caléndula, hierbabuena, manzanilla; pero, también estamos propagando el cultivo de chipaca y mastranto, entre las 60 o 70 nativas”, aclara el biólogo.

Para el año entrante tienen pensado maquilar la producción de esos medicamentos a través de la asesoría de un laboratorio que les vendería la materia prima. La idea no es tener muchos beneficiarios directos sino muchos indirectos; desarrollar un producto y un servicio que sirva para la comunidad y que no salga de ahí. El objetivo es cubrir cerca de un un millón de habitantes.

“Queremos desarrollar productos de muy buena calidad para comercializarlos a muy bajo precio en Usme y Ciudad Bolívar. También queremos establecer alianzas con hospitales de primer nivel del sector con el propósito de que los médicos puedan utilizarlos en los tratamientos primarios de salud. Esa es la meta”, anunció el líder comunitario.

Merecido reconocimiento

El proyecto ocupó el tercer lugar en el premio “Por una Bogotá mejor”, creado hace 7 años por la Fundación Corona y la Casa Editorial El Tiempo. Entidades que entregaron a la Cooperativa 8 millones de pesos, cerca de 3 mil dólares por el impacto de su trabajo en beneficio de la comunidad y en la generación de empleo.

Sin duda, Farmaverde se ajustaba a las condiciones de la convocatoria. “Cumplía con los dos requisitos para otorgar el premio: ser un proyecto colectivo en el que participan la Junta de Acción Comunal, en asocio con entidades privadas y del Distrito, además tener un recorrido mínimo de un año”, le dijo a La Prensa, Ernesto Cortés de la Casa Editorial El Tiempo.

María Enriqueta Cárdenas, ejemplo de voluntad y amor hacia el proyecto, tomó la vocería con ocasión del galardón. “Este es un sueño cumplido para nuestros campesinos, madres cabeza de hogar y nuestros niños”, manifestó orgullosa de los logros.

Seis meses atrás, los afiliados a la Cooperativa necesitaban apoyo permanente; hoy son autónomos, llevan hasta planillas para controlar los cultivos y son generadores de empleo. Además, participan en talleres de capacitación práctica y administrativa para desempeñar los distintos cargos encaminados a vigilar el cumplimiento de los objetivos.

“Intentamos cambiar un poco las costumbres alrededor de las prácticas medicinales para regresar a unos conocimientos y usos terapéuticos tradicionales, probados en Europa y Estados Unidos”, concluyó Yann-Olivier Hay.


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