En su edición del 11 de abril, La Prensa publicó un artículo muy informativo e interesante de Tomás D. Arias sobre los aspectos biológicos de la clonación humana. En el último párrafo de este artículo, su autor menciona los aspectos éticos de la clonación humana y subraya la importancia y la necesidad de hablar sobre ellos, aunque deja la discusión de ese problema para una publicación aparte. Quisiera aprovechar esta oportunidad para expresar algunas ideas sobre ese tema.
El problema ético acerca de la clonación humana volvió a surgir hace unos días como un tema de debate y controversia con la última propuesta de ley del presidente Bush, presentada ante el Senado estadounidense de prohibir todo tipo de clonación. Esta propuesta ha chocado con las opiniones de 40 ganadores del premio Nobel, quienes expresaron su desacuerdo con el presidente estadounidense, específicamente en relación a la clonación terapéutica. Según los ganadores del Nobel, la prohibición de este tipo de clonación sería una decisión lamentable por el potencial que tiene la clonación terapéutica de curar una gran cantidad de enfermedades graves que sufren muchos seres humanos. Para Bush, sin embargo, la clonación para fines terapéuticos es inmoral porque involucra la creación de vidas humanas que luego son destruidas para realizar ese potencial. ¿Cuál es la posición más razonable en este choque de opiniones?
Cuando se habla de los aspectos morales de la clonación humana hay que distinguir dos tipos de clonación: la clonación reproductiva y la clonación terapéutica. La clonación de la oveja Dolly es un ejemplo de clonación reproductiva. En este proceso se siguieron varios pasos. Primero se consiguió el núcleo de la célula de la ubre de una oveja adulta, luego se extrajo el óvulo de otra oveja del cual se eliminó todo su material genético. Después se fusionó el material genético de la oveja donante con el óvulo vacío de la segunda oveja en un cultivo en el laboratorio, y por último se implantó el embrión resultante de esta fusión en el útero de una tercera oveja. La oveja embarazada, luego de un período de gestación, dio a luz a una corderita llamada Dolly que mostró un gran parecido a la oveja donante.
En la clonación terapéutica, en contraste, el embrión que resulta de la fusión del óvulo con el material genético del proveedor no se implanta en un útero, sino que se destruye para utilizar sus células madres o troncales para la investigación científica y para intentar curar enfermedades tan graves como la enfermedad de Parkinson, la diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades neurológicas, etc. Estas dos clases de clonación merecen evaluaciones morales diferentes.
La clonación reproductiva es claramente inmoral, pero no por las razones usuales que se han dado (porque atenta contra la individualidad o singularidad de la persona, etc.) sino por otro tipo de consecuencias que le pueden ocurrir al ser clonado. La clonación de la oveja Dolly fue un éxito después de 276 intentos fracasados. Solamente Dolly sobrevivió. Todos los demás embriones murieron en diferentes etapas de su desarrollo. La clonación reproductiva de un ser humano sería inmoral porque involucraría un sacrificio semejante antes de que se obtuviera un clon viable o porque el clon acabaría adoleciendo, como ha sido el caso con muchos animales clonados, de serias anormalidades.
¿Puede concluirse también que la clonación terapéutica es inmoral y merece ser prohibida? Para Bush y muchos otros, este tipo de clonación es moralmente incorrecta porque requiere destruir un embrión que, según ellos, es un ser humano con el mismo derecho a la vida que un individuo adulto. Esta posición conservadora sostiene que existe un ser humano con derechos desde el momento que se une un óvulo con el material genético de otra célula. Esta célula puede ser somática o sexual y la unión puede ocurrir en el laboratorio, como es el caso de la clonación, o en el oviducto de una mujer, como ocurre en el caso de la reproducción sexual. En ambos casos el embrión se considera como un ser humano con derecho a la vida. La clonación terapéutica, por lo tanto, no es otra cosa, para estas personas, que un acto de homicidio, y no puede justificarse moralmente aunque tenga el potencial de erradicar muchas enfermedades humanas perniciosas.
La pregunta esencial que debe hacerse, sin embargo, es si puede realmente considerarse al embrión clonado como un ser humano con derechos, antes de ser implantado en un útero. Creemos que la respuesta a esta pregunta es no.
El embrión en los primeros 14 días después de su concepción o creación es una masa amorfa e indiferenciada de células. No puede experimentar ni placer ni dolor, ni sentir nada ya que no tiene ni los comienzos de un sistema nervioso central. Mucho menos puede considerarse como un individuo, pues durante este período todavía puede dividirse en dos o más embriones como ocurre en la formación de mellizos y trillizos. En estas circunstancias no podemos estar seguros si este conglomerado de células es el precursor de uno o dos individuos, o posiblemente tres... o quizás cinco como ocurrió en el caso de las quíntuples Dionne. Sencillamente no tiene sentido hablar de un individuo con derechos humanos en esta situación.
Es solamente después de los 14 días cuando el embrión ya ha sido implantado en un útero que ocurre un gran cambio en su desarrollo. Después de ese momento se puede hablar de la existencia de un individuo con un sistema nervioso que empieza a desarrollarse, con su propio cerebro y sus propios miembros. Una vez implantado en el útero, el embrión comienza a desplegar un potencial con una dirección definida que es moralmente significativa ya que resultará en el nacimiento de un niño. Es por eso que muchos científicos opinan que la clonación para fines terapéuticos debe permitirse por lo menos en los primeros 14 días de desarrollo del embrión, ya que en ese período no existe individuo humano que tenga derechos que puedan violarse. La prohibición de este tipo de clonación, como desea el presidente Bush, sería cruel e inhumana.
El autor es profesor de filosofía
