El presidente Barack Obama visitará México la próxima semana, en momentos en que los asesinatos ligados al narcotráfico llegaron a niveles récord a pesar de miles de militares y policías desplegados para contener la violencia que preocupa a Estados Unidos.
El hallazgo de cabezas humanas y cuerpos quemados, balaceras a plena luz del día o hasta la muerte de niños son escenas de todos los días desde el Caribe mexicano, en el suroeste del país, hasta la frontera norte con Estados Unidos, mientras soldados y policías patrullan calles y caminos. Los asesinatos sumaron 850 en julio, el mes más violento desde que el presidente Felipe Calderón lanzó a finales del 2006 operativos contra los violentos carteles de la droga.
La cifra de muertos llegó a 4 mil en los primeros siete meses del año, frente a los 2 mil 600 en el mismo periodo del 2008. Se trata de conteos de la prensa local ya que el Gobierno en los últimos meses ha evitado dar un número oficial. México ha decomisado grandes cantidades de droga y arrestado a algunos capos, pero más de 13 mil personas han muerto por la violencia ligada a las drogas desde que Calderón inició su gestión en diciembre del 2006.
“Estamos en una etapa muy álgida, muy intensa. No hay solución rápida”, dijo Héctor García, delegado de la fiscalía general en el norteño estado de Chihuahua, fronterizo con Texas, y donde se ha registrado casi el 40% del total de los crímenes en México en el 2009.
La ayuda que ofreció Estados Unidos para la lucha antidrogas está llegando a cuentagotas y la violencia está asustando a la inversión extranjera, justo cuando el país latinoamericano enfrenta una profunda recesión económica. La policía encontró el miércoles a nueve cadáveres con signos de tortura dentro de dos camionetas embadurnadas de sangre en la fronteriza Ciudad Juárez, en una muestra de que ni los miles de efectivos del Ejército enviados a comienzos de marzo al lugar han logrado frenar la violencia. La mayoría de los residentes de la urbe -alguna vez famosa por su vida nocturna- están asustados y turistas de Estados Unidos prefieren ya no cruzar la frontera para ir a los bares.
“Es una situación sin precedentes. Pero yo no creo bajo ninguna circunstancia que el operativo haya fracasado”, dijo García a Reuters.

