Castro, Carter, Bush y el Proyecto Varela

El ex presidente Carter fue a La Habana y en las fauces de Castro, en un programa transmitido por televisión a todo el país, defendió el Proyecto Varela. El comandante se rascó las barbas preocupado. ¿Qué es eso? En síntesis, una consulta electoral propuesta por los demócratas dentro de Cuba encaminada a desmontar pacíficamente la dictadura totalitaria cubana. Una fórmula, impulsada por el ingeniero Oswaldo Payá, un cristiano de estirpe ghandiana, respaldada por 11 mil firmas, concebida para enterrar el castrismo sin violencia, paletada a paletada, sin represalias, acogiéndose a ciertos resquicios que hay en la legislación vigente en la isla. A los pocos días, José María Aznar, el gobernante español y presidente por este semestre de la Unión Europea, reiteró el mismo mensaje. Simultáneamente, George W. Bush, el 20 de mayo pasado, insistió en el tema. Horas más tarde, el Center for a Free Cuba anunciaba desde Washington que Vaclav Havel, con su inmenso peso moral, se sumaba al esfuerzo.

No hay duda: estamos ante la evidencia de que hay un consenso internacional sobre el método para terminar con ese viejo gobierno de difuntos y flores, como misteriosamente dice la hermosa canción de Silvio Rodríguez. El mundo espera que en Cuba suceda lo que sucedió en Chile y en Uruguay, en Nicaragua y en España. Todos suponen que la pobre Cuba debe evolucionar de manera similar a como lo hicieron Polonia, Checoslovaquia, Hungría y los demás países del desdichado bloque comunista enquistado en Occidente durante varias décadas. La gráfica expresión española, acuñada en el postfranquismo, volvió a escucharse en todas partes: hay que pasar a Castro por las urnas.

Lo interesante es que la cúpula dirigente cubana sabe que ese es el final inexorable de la dictadura. Se llegará a él hoy si se impone la sensatez ¿algo realmente improbable?, o tras la muerte de Castro, o tras su incapacitación física como consecuencia de la creciente decrepitud, o por la reacción de algún grupo de poder, pero prácticamente nadie cree que puede perdurar ese modo cruel e improductivo de estabular a la sociedad. En lo que eso llega, claro, ocurren cosas. Silenciosamente, con la complicidad de sus parientes, los hijos y hermanos de los jefes buscan el camino del exilio. Saben que la fiesta ha llegado a su fin. Mientras Pérez Roque, el ministro de Relaciones Exteriores, recitaba con firmeza su acostumbrado discurso estalinista, su cuñada, una muchacha médica, competente y honorable, se instalaba en Miami discretamente. Al tiempo que Abel Prieto, el ministro de Cultura, juraba que la revolución era un proceso irreversible, su hermana, tan creativa y talentosa como él, se largaba al exilio.

Pudiera seguir con otros 100 ejemplos que lo demuestran: la clase dirigente castrista ya comenzó la etapa sicológica de la transición. Está derrotada. ¿Cómo se sabe? Porque en privado, lejos de los micrófonos y de los chivatos, los más encumbrados dirigentes ya no utilizan argumentos ideológicos para explicar la adhesión al régimen, sino coartadas familiares y humanas: están muy viejos para cambiar, dedicaron sus vidas a defender algo terriblemente injusto, pero admitirlo públicamente y enfrentarse a las consecuencias sería una deslealtad con ellos mismos y con tantos amigos que dedicaron sus vidas a la revolución. Cuando uno sabe que el fiscal de la nación, el general Juan Escalona, lloraba de vergüenza en la soledad de su casa, la misma madrugada en que acusaba y llevaba al paredón a su compañero el general Arnaldo Ochoa, puede entender el drama de esta pobre gente podrida en contradicciones: esa tragedia hiriente de los verdugos cuando ya no encuentran justificaciones morales para cometer sus crímenes.

De ahí la importancia del Proyecto Varela. A corto o mediano plazo los cubanos tendremos que liquidar la última dictadura comunista de Occidente, y hay que hacerlo con el cuidado con que se hacen las más delicadas cirugías. Lo ideal no es que surja un coronel insospechado a bordo de un tanque y arme una carnicería redentora. Ese tipo de aventura rara vez culmina felizmente. Lo ideal es remendar las instituciones vigentes mediante la legitimidad democrática, hasta llegar paso a paso al desmantelamiento total de la tiranía, creando respiraderos en el camino, de manera que todos los cubanos puedan definir o redefinir sus afinidades ideológicas de acuerdo con los nuevos tiempos. Cuando eso ha ocurrido, ha sido interesante ver la reconversión política de los comunistas, iniciada en la defensa del estalinismo y culminada en una suerte de amable socialdemocracia, respetuosa y vegetariana, como ha sucedido, por ejemplo, en Polonia y Eslovenia. Algo así puede y debe suceder en Cuba. El Proyecto Varela es una puerta muy ancha por la que cabe hasta eso. Respaldarlo es inteligente.

LAS MÁS LEÍDAS

  • Gobierno contrata a multinacional estadounidense para diseñar el quinto puente sobre el Canal. Leer más
  • Cuarto Puente sobre el Canal de Panamá: así será el Intercambiador del Este en Albrook. Leer más
  • Denuncia ante el Ministerio Público frena contrato millonario de piscinas que firmó la Alcaldía de Panamá. Leer más
  • Días feriados y fiestas nacionales en Panamá 2026: Calendario detallado. Leer más
  • Grupo Cibest acuerda vender Banistmo en Panamá a Inversiones Cuscatlán. Leer más
  • Trasladan a la directora del Cefere por el caso de La Parce. Leer más
  • Alcaldía de San Miguelito desiste de prórroga y mantiene la licitación de basura para el 19 de diciembre. Leer más