Bien adentro en el desierto de Sahara, en el sur de Argelia, hay una tierra de nadie en la que abundan los guerrilleros.
Terroristas asociados con al Qaeda trafican allí de todo, desde armas y drogas hasta personas que van ilegalmente de un país a otro. Esos grupos colocaron al menos media docena de células en Europa, según funcionarios de seguridad franceses, italianos y belgas.
A principios de junio afirmaron por la internet que habían matado a un rehén británico en Malí y tenían en su poder a un rehén sueco.
La organización Al-Qaeda del Magreb Islámico (o AQMI) es tal vez el mejor ejemplo de la forma en que al Qaeda expande su alcance a través de grupos locales.
Las células argelinas reclutan militantes islámicos radicales, los entrenan y los mandan a pelear en la región o en Irak, de acuerdo con funcionarios de inteligencia occidentales y norafricanos, que pidieron permanecer anónimos debido a la naturaleza de su trabajo.
A cambio, AQMI recibe capacitación y el derecho a usar el nombre de al Qaeda.
“La relación con la casa matriz de al Qaeda funciona como en una multinacional”, expresó Jean-Louis Bruguiere, juez antiterrorista.
