LONDRES, Inglaterra (EFE). La familia real británica dio este jueves su último adiós a la princesa Margarita de Inglaterra en un funeral oficiado en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor.
De riguroso luto, unas 450 personas -entre miembros de la realeza y amigos- acudieron al acto religioso en limusinas y autobuses para despedir a Margarita, que falleció el pasado sábado, día 9, víctima de una apoplejía.
El funeral se celebró bajo un sol radiante, algo inusual en Inglaterra en esta época del año, y que contrastó con el tono sombrío y taciturno de la comitiva.
La reina madre, de 101 años, pudo finalmente acudir, postrada en su silla de ruedas, al funeral de su hija menor, pese a su preocupante estado de salud, que empeoró esta semana al herirse en un brazo como consecuencia de una caída.
Animada por el amor de madre y tozuda como ella sola, la abuela más querida del Reino Unido había sido trasladada este jueves en helicóptero al castillo de Windsor, en las afueras de Londres.
Para la reina madre, este 16 de febrero ha sido doblemente aciago, pues ha despedido para siempre a una hija mucho más joven que ella -Margarita tenía 71 años- justo el día en que fue enterrado su esposo, el rey Jorge VI, hace cincuenta años.
Su hija, la reina Isabel II, visiblemente apesadumbrada, acudió al funeral de su hermana del brazo de su esposo, el duque de Edimburgo, precediendo una comitiva en la que se encontraban, asimismo, Carlos de Inglaterra, príncipe de Gales, y sus dos hijos, Guillermo y Enrique.
Los dos hijos de la princesa fallecida, el vizconde David Linley y lady Sarah Chatto, recibieron el pésame en la capilla de San Jorge, donde también se hallaba el que fuera esposo de Margarita, Anthony Armstrong-Jones, conde de Snowdon.
Al servicio religioso asistieron, además, los otros tres hijos de la reina: los príncipes Andrés y Eduardo (acompañado de su esposa, Sophie, condesa de Wessex), y la princesa Ana.
Desarrollado en la más estricta intimidad, el funeral -dirigido por el arzobispo de Canterbury, George Carey, y el deán de la capilla de San Jorge, David Conner.
Ante el ataúd, envuelto en las enseñas de la familia Windsor y secundado por ocho soldados de la guardia real, el vizconde Linley leyó varios pasajes bíblicos.
La vetusta capilla del castillo de Windsor se llenó de la melodía de El lago de los cisnes, del compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovski, que sonó por expreso deseo de la difunta, gran aficionada al ballet.
Tras la ceremonia, los restos mortales de la princesa Margarita -escoltados por un regimiento de la guardia escocesa- fueron trasladados en un coche fúnebre al crematorio de la localidad vecina de Slough para ser incinerados.

