Las elecciones de México que dieron como resultado la victoria del oficialista Felipe Calderón sobre su contendor, el izquierdista Manuel López Obrador, revelaron la profunda división del pueblo mexicano, el reclamo de amplios sectores por alternativas distintas a las tradicionales, el crecimiento de la izquierda y la necesidad de reforzar las instituciones electorales.
Los reñidos resultados [tanto en la elección presidencial como en las del Congreso] hablan por sí solos: México está divido. Analistas explicaron que en el fondo esto refleja la eterna brecha social y económica entre el norte, rico e industrial, y el sur pobre y agrícola.
Sólo que en esta ocasión la disputa se tradujo en las urnas, cosa que antes no ocurría por el dominio durante 71 años del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Los miembros del Partido Acción Nacional (PAN), del candidato ganador, lo saben bien. El mismo Vicente Fox, el presidente saliente, se propuso sin éxito balancear la situación del sur del país azteca por medio de programas especiales.
Los resultados de las elecciones por estado reflejan que los norteños votaron mayoritariamente por Felipe Calderón, mientras que la ciudad de México y las regiones del sur lo hicieron por López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD,) ex alcalde la capital y cuya plataforma política estaba centrada en la lucha contra la pobreza y la eliminación de privilegios a los empresarios.
Por su parte, Calderón, candidato de derecha, sustentó su propuesta en la apertura económica, ortodoxia fiscal y combate de la pobreza.
Los votos
Según el Instituto Federal Electoral (IFE), Calderón, obtuvo 15.2 millones de votos (35.89%), mientras que López Obrador logró 14.7 millones (35.1%). La diferencia fue de 0.58 puntos porcentuales [243 mil votos]. Al menos 71 millones de mexicanos de los 100 millones de la población total, formaban el padrón electoral.
En los desarrollados estados del norte como Nuevo León y Jalisco, el apoyo a Calderón fue de entre el 48% y 49%. Mientras que en los sureños como Chiapas y Oaxaca, el respaldo a López Obrador fue de entre 43% y 45%. Pese a la derrota, López Obrador llegó lejos, como nunca antes lo había hecho la izquierda en un país altamente conservador.
Con 14 millones 756 mil 350 votos, logró duplicar los votos que la izquierda había obtenido en las elecciones del año 2000.
Algunos dicen que su derrota se debió a sus promesas de cambiar el modelo económico actual que, aunque no ha creado muchos empleos, ha generado estabilidad económica y una baja inflación en el país.
"Atacar algunos de los programas fue un error. Por primera vez, en décadas, gran parte de la clase media y media baja tienen ahora acceso a préstamos para comprar cosas, y la gente piensa que hay algún beneficio en ello", señaló la analista política mexicana y ex funcionaria de Defensa de Estados Unidos, Ana María Salazar.
Para el historiador Lorenzo Meyer lo que favoreció a Calderón fue el deseo de los mexicanos de ir por lo seguro y eso solo lo garantizaba, según él, el candidato del PAN que les proponía mantener la línea del presidente Vicente Fox, bajo la consigna de que en estas elecciones había que cambiar de jinete, pero no de caballo.
Ahora, el presidente electo tendrá que hacer sus mayores esfuerzos de conciliación para poder gobernar.
En su primera aparición pública, Calderón llamó a formar un gobierno de unidad y a "afrontar entre todas las fuerzas políticas y sociales" los problemas del país, como la pobreza, la corrupción y la inseguridad.
El perdedor
El gran derrotado de estas elecciones lo es el Partido Revolucionario Institucional que luego de siete décadas de hegemonía política pierde su segunda elección consecutiva.
En este proceso electoral, con Roberto Madrazo como candidato, el PRI no logró aumentar su base de apoyo entre los mexicanos, y más bien su votación en todo el país sufrió un dramático desplome, de 12.5 millones de votos que obtuvo en la elección presidencial del 2000, a tan solo un poco más de 9 millones de votos.
Los analistas atribuyen la gran debacle de este partido a la imposición de la candidatura de Madrazo.
Una vez se conocieron los resultados preliminares, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI dijo que iniciará un análisis profundo sobre la situación del partido, mientras que los priístas exigieron el relevo de las dirigencias en los sectores y organizaciones de ese colectivo político.
"Los resultados actuales no son para siempre", señaló Mariano Palacios Alcocer, líder nacional del partido, quien admitió que hay que replantear el rumbo que debe seguir el PRI para garantizar su supervivencia política.
Sistema electoral
En medio de todo, el más cuestionado ha sido el sistema electoral. Para algunos analistas, la impugnación de los comicios por parte de López Obrador abre la puerta a una crisis política impredecible de la que es responsable, en gran medida, el Instituto Federal Electoral (IFE), una institución que hasta ahora gozaba de gran prestigio.
Según el académico Sergio Aguayo, en estas elecciones, el IFE sufrió un golpe brutal a su credibilidad por la forma en que manejó el conteo de los votos.
La falla principal del IFE, según Miguel Ángel Granados Chapa, analista del diario Reforma, se dio cuando el 3 de julio por la noche informó que el Programa de Resultados Preliminares había incorporado ya el 98.4% de las actas, cuando en realidad sólo había incluido el 90%.
De acuerdo con Granados, solo hasta el día siguiente la institución rectificó parcialmente al informar de la existencia de 2.5 millones de votos que se habían excluido, después que López Obrador hizo la denuncia de que había unos tres millones de boletas perdidas.
Más allá de la sospecha de manipulación, el IFE no actuó como árbitro imparcial desde el principio del proceso electoral.
Hay quienes como el historiador del Colegio de México, Lorenzo Meyer, destaca que durante toda la campaña por la presidencia, el PRD y López Obrador enfrentaron una propaganda negativa. Y nadie hizo nada.
"El ataque sistemático del Presidente [Vicente Fox], el uso partidista de la política social del gobierno federal, la oposición abierta del sector empresarial y la encubierta de muchos otros actores que ven en la idea de ‘primero los pobres’ una amenaza intolerable a sus intereses", actuaron contra López Obrador, señaló Meyer a La Opinión Digital
"No sé en qué parte del mundo, en una elección tan competida, en 24 horas se resuelve la parte de cómputo y se pasa al tribunal. No podemos aceptar esos resultados, no podemos reconocer esos resultados. Hay muchas irregularidades", recalcó el líder del PRD.
López Obrador exige que los más de 41 millones de votos emitidos el domingo sean contados nuevamente para verificar que no hubo maniobras que influyeran en el resultado final.
Ahora, el reto mayor lo tiene el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que deberá decidir si son legales las pruebas que presente el PRD para impugnar la elección.
Una vez presentado el recurso de impugnación el órgano electoral tendrá hasta el 31 de agosto para resolver y hasta el 6 de septiembre para anular las elecciones o proclamar al presidente electo, de acuerdo con la ley; aunque los perredistas consideran que podría ser antes su resolución.
La coalición presentará a más tardar el lunes cada una de las 300 impugnaciones que se realizarán.
Hay quienes sostienen que lo mejor es que se recuenten los votos.

