Serbia está en una encrucijada sobre su futura orientación geopolítica, tras la victoria del ultranacionalista Tomislav Nikolic en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del domingo, dominadas por la posible declaración de independencia de Kosovo.
El hombre fuerte del Partido Radical Serbio (SRS) se enfrentará en la segunda ronda, el próximo 3 de febrero, al actual presidente, el pro europeo Boris Tadic.
Nikolic obtuvo el 39.57% de los votos; mientras que Tadic se hizo con un respaldo electoral del 35.45%, en una votación con el 60% de participación, inusualmente elevada para los estándares democráticos de este país.
El resultado final de las elecciones delineará el futuro político de Serbia, un país dividido entre sus aspiraciones comunitarias y el deseo de dar la espalda a la Unión Europea (UE) por el apoyo de muchos países miembros a la independencia de Kosovo, una conflictiva provincia serbia habitada por una mayoría de albaneses.
Los albano-kosovares se preparan para proclamar la independencia en breve -posiblemente poco después de las elecciones serbias- en coordinación con Washington y Bruselas, pese a la rotunda oposición serbia y sin el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU.
El cargo presidencial en Serbia no supone amplias competencias, pero estas elecciones conllevan un importante significado simbólico por representar una especie de plebiscito sobre la futura orientación geopolítica del país.
Cabe la posibilidad de que Serbia abandone la vía de las reformas pro europeas por la que optó en 2000, tras la caída del régimen autoritario de Slobodan Milosevic, que marcó una década de aislamiento político y conflictos bélicos.
Tadic aboga por una política que "no renuncie ni a Kosovo ni a Europa", pero tiene el difícil cometido de convencer a los electores de que tiene amigos en Occidente, que a su vez está desoyendo las aspiraciones serbias sobre Kosovo.
Nikolic, antiguo aliado de Milosevic en el poder, simboliza el estancamiento en el curso europeísta, y el apoyo que obtuvo es una muestra de un nuevo aumento del nacionalismo y de la frustración por la postura de Occidente hacia Kosovo.
El líder aboga por unas relaciones más estrechas con Rusia, que apoya a Serbia en sus intentos de preservar Kosovo, una provincia que para muchos serbios es tierra sagrada y símbolo de su identidad.
