BUENOS AIRES, Argentina (AFP). El súbito resurgimiento de los escándalos de corrupción que envuelven a Carlos Menem estalló como una granada en su carpa de campaña electoral, aunque queda un largo camino por recorrer en la fragorosa batalla por la candidatura presidencial del gobernante peronismo argentino.
Menem presagiaba con bombos y platillos su regreso al sillón presidencial en 2003 y caminaba tranquilo por la incipiente interna oficialista, pero su flanco más débil, el de las sospechas de corrupción, estalló nada menos que a través del diario The New York Times y una sorpresiva confesión a la cadena de televisión CNN.
Ahora luce preocupado y recluido en su cuartel general de la gobernación de La Rioja (noroeste), su provincia natal, donde atiende a empresarios y dirigentes, pero también analiza con allegados las eventuales consecuencias políticas y penales del resurgimiento de las denuncias por cuentas secretas en bancos de Suiza no declaradas a las oficinas públicas.
Este puede ser su calvario político -y no la interna del peronismo- si avanzan las investigaciones en la justicia por una denuncia de la Oficina Anticorrupción por haber admitido a la CNN que posee una cuenta en Suiza de 600 mil dólares, mientras se defendía de una acusación de supuesta corrupción publicada por el diario estadounidense The New York Times.
El ex mandatario se enfrenta a los cargos de omisión maliciosa de datos, penada con inhabilitación de por vida para ejercer funciones públicas, y evasión fiscal agravada, con penas de hasta nueve años de prisión no excarcelable.
De este modo, reaparecen los fantasmas de un nuevo encierro tras pasar 167 días bajo arresto domiciliario en 2001 acusado de dirigir una asociación ilícita que vendió armas a Croacia y Ecuador entre 1991 y 1995, durante su gestión de una década.

