A diario los musulmanes en Holanda tuvieron que escuchar lo que supuestamente sus prójimos pensaban: que el Islam es una “ideología fascista” y su profeta un “bárbaro pedófilo y genocida”, según sermoneaba una y otra vez Geert Wilders, el gran dispensador de odio contra el Islam de Holanda.
Casi pareció que se le hubiera rayado el disco, que los seguidores se hubieran distanciado más y más, puesto que en todo el país se hablaba de ahorro para superar el desbocado déficit. Sin embargo, en la madrugada del jueves los holandeses y toda Europa aprendieron algo mejor: el populismo de derecha y la xenofobia pueden prosperar de maravilla al amparo de la crisis económica de Europa.
En las elecciones del miércoles, Wilders obtuvo 15 diputados más, es decir, cuenta ahora con un total de 24, mientras que antes sólo tenía nueve, lo que convierte a su Partido por la Libertad (PVV) en el que más ha crecido en el Parlamento holandés.
Ni siquiera Mark Rutte, la estrella del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), los liberales de derecha, que cada vez más acercan su discurso sobre inmigración al de Wilders, consiguió un crecimiento tan grande, pues se hizo con sólo nueve diputados más, es decir, con 31.
De este modo, Holanda se encuentra frente a una de las situaciones más complicadas desde el final de la II Guerra Mundial para formar gobierno, que podría alargarse durante meses. Y además, en un momento en el que son más necesarias unas medidas rápidas y ciertos recortes para ahorrar unos 30 millones de euros y poner así en orden las cuentas públicas.
Hasta la jefa de Estado, la reina Beatriz, que aconsejada por los expertos debe dirigir, al menos formalmente, la formación de gobierno, vería con auténtico horror la participación de la ultraderecha xenófoba. La monarca, según lo que se dice en los círculos de la corte, también teme por la reputación internacional de su país en el caso de que Wilders se convierta en ministro, puesto que este político populista está procesado por incitación a la violencia y al odio contra los musulmanes. Pero, naturalmente, la reina Beatriz también sabe que ella es la jefa de Estado de los casi 16 millones de holandeses, entre los que figuran el casi millón de musulmanes (que, según los portavoces de las asociaciones musulmanas, empiezan a tener miedo), así como los 1,5 millones de electores de Wilders.