La sangrienta huella de la venganza que avanza por todo el país demuestra que los chiitas iraquíes, enfurecidos e indignados por la destrucción de su Mezquita Dorada en Samarra, apenas pueden ser contenidos. Después de que los extremistas redujeran a ruinas uno de sus mayores sitios sagrados, ahora son las mezquitas suníes las que arden en llamas mientras cuerpos cosidos a balazos caen en la acera.
Cerca de Hilla, 100 km al sur de Bagdad, hombres armados irrumpieron en una mezquita suní para someter al imán a una ejecución.
En Baquba, 60 km al noreste de Bagdad, personas no identificadas dispararon desde un coche en movimiento contra los guardias de seguridad de una mezquita sunita.
Se estima que la ola de ataques dejó ayer más de 130 muertos. Fuentes de la policía contabilizaron 78 muertos, la mayoría suníes, en las ciudades de Bagdad y Basora. Decenas de mezquitas suníes fueron atacadas y varias se consumieron por el fuego.
Funcionarios dijeron que 47 personas que participaron en una manifestación conjunta de chiitas y suníes contra el ataque en Samarra fueron sacados de sus vehículos y asesinados a tiros. Incidentes como estos se cuentan por decenas desde el atentado contra la cúpula de oro del templo de Askari en Samarra.
Mientras la violencia y las represalias se potencian en un círculo perverso, flota en al aire el temor a una guerra civil.
En realidad existe hace tiempo una especia de guerra fratricida entre los chiitas y la minoría suní, que comenzó casi imperceptiblemente después de que EU invadiera Irak hace tres años. Extremistas suníes, entre ellos simpatizantes del líder local de Al Qaeda, Abu Musab al Zarkawi, lanzaron desde mitad de 2003 atentados suicidas contra clérigos y fieles chiitas.
Los asesinatos, que como represalia organizan los escuadrones de la muerte chiitas, son en general menos espectaculares, pero no por eso menos irritantes para los sunitas.
El ataque contra la Mezquita Dorada podría encender una peligrosa mecha en Irak.
"Debemos permanecer todos juntos para evitar una guerra civil", pidió el presidente interino, el kurdo Jalal Talabani.
Sus esfuerzos por reunir ayer a los líderes de los partidos políticos para negociar la distensión no tuvo el éxito deseado. El Frente del Consenso, la mayor alianza suní, se mantuvo al margen del encuentro.

