Y aun solo parcial y formalmente, pues si resultara a la inversa, si la substancia fuera lo básico, Bush y su gobierno deberían ingresar enseguida en la cárcel por haber mentido en el caso de la guerra de Irak, monstruosa en daños morales, en muerte, en coste económico, en imagen. Para no mentar a los petroleros de Texas, con sus negocios incluso iraquíes, que pagaron la campaña electoral de Bush, a su tipología brutalmente reaccionaria y que como gobernador le convirtieron en el que más sentencias de muerte ha firmado, a los trapicheos con las urnas de su hermano en Miami y que le convirtieron en presidente... Pero para la moral convencional americana ahí no pasa nada. En cambio, que una cantante enseñe un pecho provoca un escándalo monumental, cuando cada día en televisión aparecen centenares de asesinatos, psicópatas, robos, estafas y toda clase de aberraciones.
Pero esta moral se halla en crisis desde que Clinton se morreó con Lewinsky, mintió a causa de ello, y encima Hillary le dio apoyo. Que funcionara así, que se dejara en la esfera privada y que al fin pesara poco el tarambanismo que a todos nos tienta algún día, fue una inmensa suerte para el país: con altibajos, los ciudadanos apoyaron a Clinton. Y mucho más ahora el votante demócrata aupa velozmente a Kerry hacia la denominación de candidato, por el momento indiferente a la burricie ambiental.
Un presidente que también tuvo una amiga, pero que nunca trascendió aunque fuera un secreto a voces, F. D. Roosevelt, daba un consejo más útil que el de censurar un pecho: "Haced algo y si no va, ensayad otra cosa".
