La cúpula militar de Bolivia cerró filas ayer lunes en torno al presidente Evo Morales, quien denunció que un supuesto complot de magnicidio desbaratado la semana pasada buscaba no solo destruir la democracia sino también dividir al empobrecido país.
El respaldo militar contrastó con el escepticismo y hasta rechazo con el que la oposición conservadora reaccionó ante la operación policial del jueves pasado en la ciudad oriental de Santa Cruz, presentada por Morales como un golpe contra un grupo terrorista presuntamente conectado con movimientos separatistas.
La denuncia presidencial y la declaración de lealtad militar se produjeron durante una celebración de aniversario del Colegio Militar del Ejército, en la primera aparición de Morales en La Paz desde que la policía diera muerte a tres hombres y detuviera a otros dos presuntos miembros del comando irregular.
“Nos preocupan los sucesos ocurridos en Santa Cruz. Se pretendería afectar la seguridad interna y la unidad del país”, dijo en el acto el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, almirante José Luis Cabas, en una poco habitual referencia militar a sucesos de actualidad.
El comandante exigió a los partidos y a la sociedad civil “un comportamiento de altruismo y rectitud”, recordando que ya suman 27 años desde que las fuerzas militares bolivianas se retiraron del poder político, al cabo de casi dos décadas de dictaduras.
“Tenemos el deber de defender el actual proceso democrático. Señor Presidente, tenga la certeza de que muy a pesar de aquellos intereses sórdidos de algunos sectores de la población, que pretenden entrabar el proceso de cambio que demandan las mayorías, las Fuerzas Armadas cumplirán su misión constitucional sin escatimar ningún esfuerzo”, afirmó. Morales señaló en su discurso que no sabía con certeza para quiénes trabajaba el grupo desarticulado.

