El Big Ben no parece haberse inmutado. Tampoco el bobby (policía) ante el número 10 de Downing Street ha notado nada. Y lord Nelson no se bajará de su columna en Trafalgar Square cuando se entere de que mañana 9 de diciembre, el clásico autobús londinense de dos pisos recorrerá por última vez la metrópoli del Támesis.
A partir de ese momento, la línea 159, la última por la que circulaban los viejos autobuses Routemaster, será dominada por modernos vehículos alemanes. El autobús Mercedes-Benz Citaro pertenece, según la propia empresa, "a la familia de autobuses de piso bajo con más éxito de Europa".
Para los londinenses, parte de la culpa de la "prohibición" de sus autobuses la tiene la burocracia de la Unión Europea. El clásico Routemaster con sus escaleras para subir y bajar no se adecuaba a los pasajeros en silla de ruedas. Con esa falta contra la directiva europea sobre discapacitados justificó el alcalde Ken Livingstone la tarjeta roja para los autobuses, cuya salvación había prometido en la campaña electoral.
La prensa sensacionalista ya se refiere a una conspiración del alcalde con los "eurócratas" de Bruselas y los fabricantes de autobuses alemanes, que hasta la fecha han vendido a Londres 400 de sus Citaros, tan eficaces como faltos de carácter.

