A mediados de octubre, en el sur de Bolívar, se produjo un combate entre el batallón de infantería Antonio Nariño, de las Fuerzas Militares, y la columna Rodolfo Moncada, del frente 37 de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Después de la refriega, el ejército capturó a cuatro subversivos. Tres de ellos eran menores de edad.
Después de su captura, los niños fueron puestos a la orden de Bienestar Familiar -la instancia que vela por los menores en Colombia- y ahí denunciaron que eran torturados tanto física como sicológicamente, y que los castigos recrudecían cuando ellos intentaban escapar.
Uno de los menores contó que el jefe de la compañía, un hombre de alias Ulises, les ordenó cavar su propia tumba y le dijo que le adelantarían un consejo de guerra para fusilarlo.
Las amenazas de muerte son una constante entre los menores reclutados, reconoce Aroldo Quiroz, procurador delegado para la Defensa de la Infancia, Adolescencia y Familia de la Procuraduría General, institución que adelanta una investigación sobre el reclutamiento de niños para la guerra.
Quiroz dice que no hay cifra exacta de cuántos niños pueden estar participando en el conflicto colombiano, pero basado en estimaciones de las agencias de Naciones Unidas como Unicef, OIM y OIT, se estima que entre 11 mil y 14 mil menores de 18 años son soldados de los grupos armados ilegales. Y la mayoría de ellos ha sido reclutada para tomar las armas.
El grupo armado que más niños recluta son las FARC. El 60% de los menores que cargan un fusil pertenecen a esta guerrilla. Luego, un 25% hicieron parte de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC. El porcentaje restante se reparte entre el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y otros grupos ilegales y delincuenciales.
Los niños son reclutados en las veredas y en los caseríos donde viven. La mayoría son de origen campesino, indígenas, hijos de familias desplazadas que han huido del campo a la ciudad.
"Es gente de estratos muy bajos", asegura el funcionario.
Los departamentos con índices más altos de reclutamiento son Antioquia y Caquetá, este último bastión de la guerrilla.
Uno de los retos, es que los alcaldes y los gobernadores recién elegidos adopten programas sociales para evitar estos reclutamientos, y para darle "una atención integral a la niñez que constituye el 41% de la población del país", explica Quiroz.
En el caso de los niños en la guerra, estos suelen representar algunas ventajas para los grupos armados, como el ser menos visibles para las autoridades. "Es más difícil que alguien sospeche de un niño", dice Quiroz.
