ONU, entre diplomacia y escándalos

ONU, entre diplomacia y escándalos
DISCURSO. El presidente de EU, George W. Bush, habla ante la Asamblea General de la ONU. Su país es uno de los principales opositores a la iniciativa del G-4 y su embajador, John Bolton, un férreo c

La Asamblea General de la ONU del pasado 20 de marzo presenció algo más que los habituales discursos diplomáticos. Fue el escenario perfecto para que su secretario general, Kofi Annan, presentase su tan anticipado -y pedido- proyecto de reformas, consideradas las más importantes en sus 60 años de historia.

"Algunos Estados pensarán que se le debe dar prioridad a alguno de esos propósitos. Además, algunos tendrán sus preferencias particulares. Pero, no creo necesario recordarles que esta es una organización con 191 miembros, y que los problemas globales solo se pueden solucionar si trabajamos juntos", dijo un conciliador Annan.

No en vano Annan lanzó este pedido de unidad dentro de la organización que dirige desde el año 1997. Previos temas tan sensibles como la guerra en Irak han puesto en evidencia las luchas de poder a lo interno de la organización y quizás Annan, conocido por su carácter negociador, anticipaba el revuelo que su propuesta provocaría entre los representantes de las naciones del mundo.

Tres son los puntos principales de sus reformas: la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo. En concreto, el secretario general propuso la ampliación del poderoso Consejo de Seguridad, la creación de nuevos mecanismos para declarar el uso de fuerza militar, una definición conjunta sobre el terrorismo, y la creación de un nuevo organismo de derechos humanos que sustituya al actual que -según el propio Annan- carece de credibilidad.

Una reforma de vieja data

El pedido de reestructuración en el organismo no es novedad. El mismo Annan reconocía años atrás que la división al seno del Consejo de Seguridad respecto a la guerra de Irak evidenciaba a un "anticuado" organismo que marginaba a los países en desarrollo.

La voz latinoamericana no dudó en hacerse sentir dentro de la crítica colectiva a la organización.

"De poco sirve pensar en un Consejo con un mayor número de miembros si las resoluciones que emita no son atacadas o carecen de una interpretación común sobre el alcance de sus disposiciones", decía el presidente mexicano Vicente Fox durante la Asamblea General de 2003.

Casi dos años transcurridos, otro latinoamericano reafirma la opinión de Fox. Según el presidente saliente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, el Consejo de Seguridad no es representativo y necesita una reforma.

"Hay que dar más participación en el proceso de adopción de decisiones a quienes más contribuyen a la ONU desde el punto de vista financiero, militar o diplomático", dijo Iglesias, una de las 16 personas convocadas por Annan para analizar su paquete de reformas.

El informe de estos expertos confirmó la necesidad de actualizar un ente que fue creado en 1945, en un mundo bipolarizado por la Guerra Fría, pero que vive, 60 años después, con una balanza de poder totalmente diferente.

"Se requiere, por tanto, su ampliación y que los países que aportan al sistema desde el punto de vista financiero tengan oportunidad de tener acceso al Consejo", dijo.

La propuesta concreta del panel de expertos, del cual formó parte Iglesias, barajea dos posibilidades: ampliar el Consejo con 8 nuevos miembros permanentes o agregar 13 nuevos miembros rotativos, todos sin derecho a veto.

Los postulantes

Para el llamado Grupo de los Cuatro (G-4), formado porJapón, Brasil, Alemania e India, la estrategia es sencilla: expander el Consejo de Seguridad de 15 a 25 escaños, con seis de los nuevos miembros ostentando asientos permanentes sin derecho a voto. Estos cuatro propulsores, obviamente, aspiran a obtener parte de esos codiciados asientos, con los otros dos escaños reservados para África.

Se trata de un juego diplomático en el cual los G4 han logrado el apoyo de 90 países, incluyendo Francia y el Reino Unido, pero aún están lejos de asegurarse los 128 votos que les permitiría salirse con la suya.

El Consejo de Seguridad, un ente que nació en plena Guerra Fría, ostenta un poder en el escenario mundial que otros estamentos de la ONU carecen.

Su primordial responsabilidad es mantener la paz internacional y la seguridad, y sus resoluciones afectan a todos sus miembros.

El poder de sus miembros permanentes -Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China- se duplica al tener el derecho a vetar cualquiera decisión del Consejo. Los otros 10 miembros (no permanentes) son elegidos por períodos de dos años, con solo derecho a voto.

En el mundo real de la seguridad mundial, el Consejo asiste en la resolución pacífica de disputas, el establecimiento y supervisión de las fuerzas de paz de la ONU, así como de las sanciones contra Estados "recalcitrantes".

La sorpresa africana

La aprobación de la propuesta del G-4 aún está muy lejos de ser una apuesta segura. Factor sorpresa en las votaciones es la Unión Africana, que en su última reunión en la capital etiope de Addis Abeba, se distanció de este grupo, y formó una comisión de 10 países de las cinco regiones de África que negociarán bajo el liderazgo de Sierra Leona.

"África se ha unido en un consenso, el cual es empujar el caso de África", dijo el ministro de Relaciones Exteriores, Seyoum Mesfin, durante la reunión.

"El caso de África es obtener dos puestos permanentes en el Consejo de Seguridad con poder de veto", señaló.

Numéricamente, la Unión Africana tiene peso sobre el futuro del Consejo, con sus 53 votos, que podrían hacer la diferencia al momento de buscar los 128 necesarios.

El G-4 reconoció su importancia y envió a representantes para que cortejaran a los mandatarios africanos durante su reunión a principios de agosto. En vano el cortejo, pues el 90% de las naciones africanas votó por mantener su rechazo ante la propuesta de los G-4.

Pero aún con el apoyo de la Unión Africana, los países impulsadores de la ampliación del Consejo afrontan un no menos difícil obstáculo: China y Estados Unidos. La potencia asiática se opone a que Japón se siente a su lado en el Consejo de Seguridad, mientras que el país norteamericano -aunque apoya al país nipón- solo desea dos nuevos miembros permanentes.

Wang Guangya y John Bolton, los embajadores de China y EU ante la ONU, respectivamente, forman una poderosa dupleta, que se respalda con los 15 años que llevan de conocerse. Los diplomáticos han dejado claro que su principal objetivo es expandir al Consejo de Seguridad con una fórmula que no sea divisoria.

"En esta etapa, yo creo que nuestro objetivo será oponernos al G-4, para asegurarnos que no tienen los suficientes votos para tomar el riesgo de dividir la casa", dijo Guang.

El factor corrupción

Fue un supuesto caso de corrupción el que este año sucumbió los cimientos de la organización mundial. La acusación, que el jefe del departamento de adquisiciones de la ONU, el ruso Alexander Yakovlev, había aceptado sobornos para la adjudicación de contratos a distintas compañías, como parte del programa humanitario para Irak, "Petróleo por Alimentos".

Kofi Annan se apresuró a hacer limpieza dentro de su organización y lanzó una investigación interna. Según el informe de Paul Volcker, presidente de la Comisión Independiente que investigó el caso y ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, el ruso Yakovlev recibió cerca de un millón de dólares para beneficiar a ciertas compañías.

El ruso afronta un proceso criminal en los tribunales de Nueva York por el supuesto soborno, pero todavía está pendiente el proceso de otro implicado, el chipriota Benon Sevan. Como director del programa de ayuda, Sevan habría recibido 150 mil dólares durante los años de embargo a Irak para favorecer a una empresa africana en la adquisición de petróleo.

El escándalo de corrupción ha salpicado los círculos más cercanos del secretario general de la ONU, Kofi Annan. En el 2004, su hijo Kojo fue acusado recibir cerca de 150 mil dólares de la empresa suiza Cotecna Inspection Services a cambio de que su padre les adjudicara un lucrativo contrato para verificar la mercancía destinada para Irak.

¿Podrá el rápido control de daños salvar la reputación de Annan? Y aún más importante, ¿podrá asegurar su futuro en la ONU? El secretario general ha reafirmado su permanencia hasta que expire su período, pero eso no implica que el resto de su vida diplomática en la ONU no sea dolorosa.

Un fuerte oponente, el Gobierno de Estados Unidos, que no le perdona al organismo, entre otras cosas, las críticas abierta a la guerra de Irak. Mayor presión se espera con la entrada del nuevo embajador de EU ante la ONU, John Bolton.

El polémico funcionario, famoso por sus radicales posiciones y explosivo carácter, es también conocido por las severas críticas a un organismo que considera "obsoleta e ineficaz".

Cuenta regresiva

Esta semana comenzó el conteo final para la Asamblea General de Naciones Unidas donde se decidirá el futuro del organismo.

Tras sus vacaciones de verano, el presidente de la Asamblea General, Jean Ping, convocó a los estados miembros del organización en Nueva York para discutir sobre la ampliación del Consejo de Seguridad.

La intención de Ping es que la votación sobre este tema se dé antes de la asamblea programada del 14 al 16 de septiembre próximo.

El embajador de EU, John Bolton, ha hecho otro tanto por empujar una resolución antes de septiembre.

"Está claro que todos compartimos el deseo y el compromiso de promover y acelerar que se logren los objetivos de desarrollo acordados internacionalmente", escribió Bolton en una misiva enviada este jueves a los otros 190 miembros del organismo.

Ha sido otra carta , sin embargo, la que causó malestar entre los pasillos de la ONU. Se trata de la "avalancha" de enmiendas estadounidenses al borrador de las reformas, en las que solicitaba la eliminación de cualquier fecha límite para reducir la pobreza y la epidemia del sida, así como expresaban su oposición a la creación de políticas para reducir el armamento nuclear.

"Es un hecho que EU es miembro importante e influyente, por lo que sus puntos de vista deben ser respetados. Los comentarios han llegado muy tarde en el proceso", decía el embajador de Japón ante la ONU, Kenzo Oshima.

Es un conteo final para este organismo que apuesta a la unidad de la comunidad internacional para aprobar las reformas. Las discrepancias entre los países miembros, no obstante, hacen temer que la Asamblea General de septiembre desemboque en fracaso.


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