Penitentes son crucificados en Filipinas Fueron 16 los filipinos que pasaron sucesivamente por las cruces y fueron clavados
SAN PEDRO DE CUTUD, Filipinas (EFE). Una mujer y 15 hombres fueron clavados este viernes en la cruz, mientras más de un centenar de penitentes se flagelaban en el camino al Calvario para rememorar en la aldea filipina de San Pedro de Cutud la pasión de Cristo.
En una representación que sigue al pie de la letra el Nuevo Testamento, los Kristos -como se conoce localmente a estos penitentes- fueron clavados sucesivamente en tres cruces sobre un montículo cercano a un arrozal que hacía las veces de Gólgota, donde se congregaron cientos de devotos, curiosos y periodistas.
El primero en subir al madero fue Rubén Enaje, un pintor de brocha gorda que se crucifica todos los años desde hace 17 años, después de que se cayera desde un andamio de la altura de un tercer piso sin que le pasara absolutamente nada.
La única manera de dar gracias por ese milagro es ser crucificado como hizo Jesucristo, explicó nervioso a EFE.
Con una mueca de dolor y murmurando Señor, perdóname, este pintor de 41 años fue fijado a golpe de martillo en la cruz central con clavos de diez centímetros, mientras los espectadores lanzaban gritos de admiración y temor.
Enaje permaneció más de cinco minutos crucificado con gestos de dolor, mientras otros dos penitentes eran clavados a su lado.
Fueron 16 los filipinos que pasaron sucesivamente por las cruces en esta particular representación de la Pasión; entre ellos una mujer, Amparo Santos, una curandera de 61 años que participa en este rito desde hace 15 para sentirse más cerca de Dios, afirmó convencida.
Las crucifixiones estuvieron precedidas por una ceremonia en la que se representó la Pasión de Cristo desde el momento en que los centuriones, en este caso los vecinos de San Pedro de Cutud caracterizados como romanos, fueron a detener al Kristo Rubén Enaje.
Tras escenificarse el juicio de Pilatos y la entrega de Jesús a los centuriones, Enaje caminó tres kilómetros cargado con una cruz simbólica de 20 kilos, mientras los flagelantes hacían correr la sangre por las polvorientas calles de la aldea al azotarse la espalda con látigos de bambú.
Las crucifixiones de San Pedro de Cutud tienen lugar desde hace más de 40 años, y la primera que recuerdan los vecinos del lugar es la de Artemio Añosa, un curandero que decidió imitar el sacrificio de Cristo convencido de que ello le permitiría obtener poder sagrado para sanar a los demás.
Desde entonces, cada vez más voluntarios se suman a este rito, que a pesar de ser criticado por muchos atrae a numerosos visitantes a la región.

