Tan solo por las estadísticas, fue absurdo que el presidente Vicente Fox de México dijera que "los mexicanos hacen el trabajo de ínfima importancia en Estados Unidos que ni siquiera los negros quieren hacer".
Si Fox condujera un vehículo por nuestras ciudades y regiones rurales descubriría que el 26% de los hombres y el 34% de las mujeres afroestadounidenses trabajaron por salarios en niveles de pobreza en 2003, según el State of Working America, 2004-2005 (Situación del Trabajo en Estados Unidos, 2004-2005), publicado por el progresista Instituto de Política Económica. No es tan apabullante como el 36% de los latinos y el 46% de las latinas que trabajan en pobreza. Sin embargo, todavía se puede encontrar a muchas mujeres negras lavando inodoros en los hoteles y a hombres negros cavando zanjas.
Lo que habría sido mucho más preciso habría sido: "No hay duda alguna de que los hombres y mujeres mexicanos hacen el trabajo que los hombres blancos no quieren hacer". Solo el 15% de los blancos trabaja por salarios de pobreza (en tanto que el 26% de las mujeres lo hace).
Sin embargo, ese no es el punto más importante de la conmoción foxista. Esta idea de que los mexicanos hacen el trabajo que los estadounidenses no quieren hacer debería molestarnos en varios niveles.
Uno es que los estadounidenses, todos nosotros, tenemos que admitir que con toda nuestra riqueza, en especial cuando se la compara con la de países como México, tenemos un sentido enigmático del derecho a tener algo.
Los estadounidenses trabajamos horarios absurdos y tomamos muchas menos vacaciones que los trabajadores en otros países desarrollados. Sin embargo, como una consecuencia obvia, pasamos menos tiempo con nuestros hijos y con frecuencia los mimamos demasiado con cosas materiales para sustituir la intimidad.
Dos terceras partes de quienes tienen entre ocho y 14 años tienen televisión en sus cuartos y el 40% de entre 12 y 14 años ahora tiene su propio teléfono celular. Los investigadores han encontrado que entre más materialista es un adolescente o un adulto joven, más probabilidades tiene de padecer problemas emocionales, incluida la depresión.
Precisamente mientras los padres de hoy en día nos partimos el lomo trabajando para proporcionarles comodidades, también estamos seduciendo a nuestros hijos para que le den poca importancia a la ética del trabajo.
Estamos conduciendo a los adolescentes a pensar que tienen derecho a un salario impensable para un jardinero mexicano de 45 años o la mujer caribeña de 50 años que limpia un escritorio.Les hemos enseñado a nuestros hijos a no tocar la tierra ni a cuidar niños.
Casi dos terceras partes de los adolescentes estadounidenses esperaban que su trabajo de verano fuera en un ambiente con aire acondicionado en un restaurante, establecimiento de comida rápida, una tienda por departamentos o una oficina. Solo el 7% consideró la jardinería y solo el 6% cuidar niños.
Fox dio con algo, sin importar lo desatinado de su mensaje. Estamos enseñando a nuestros hijos a ser muy quisquillosos respecto al trabajo, con ideas exageradas de su valor. Un día, nuestros hijos simplemente podrían ser eliminados por la economía global, sacados por los hijos de los inmigrantes. En forma irónica, podríamos descubrir que los hijos que comenzaron desde abajo y crecieron sabiendo que el trabajo no era una opción, en realidad tuvieron una ventaja en la vida.
