El hombre siempre se ha inquietado por saber acerca de su origen y del mundo que habita. La ciencia ha sido unos de sus mejores aliados en busca de este objetivo.
Con la teoría de Darwin acerca de la evolución en 1860, fue que muchos científicos se apartaron de la creencia de la creación divina. La evolución es el punto predominante sobre el origen de la vida y del universo, expuesto en la comunidad científica y educativa del mundo contemporáneo.
La misma creación a nuestro alrededor nos da testimonio de la imposibilidad de que todo surgiera como consecuencia de diversas explosiones naturales.
Muchos científicos en busca de vida en otros planetas se han sorprendido de la inefable coordinación que rodea a nuestro planeta para que haya vida, tales como: el propio tamaño de la tierra, la velocidad de rotación, y las combinaciones de gases de nuestro aire (oxígeno 21%, nitrógeno 78%, argón, neón, helio, kriptón y xenón).
La tierra está rodeada de un espectro electromagnético que hace posible las comunicaciones dentro de nuestro planeta y la transportación de todas las frecuencias y ondas de sonidos que existen; esto no existe en ningún otro planeta.
La actividad sísmica y volcánica ocurre con una proporción exacta para permitir que el 30% de la superficie del planeta, sea y permanezca tierra.
El ser humano fue formado principalmente del polvo de la tierra y actualmente se ha descubierto que los elementos químicos que forman la tierra (cal, hierro, azufre, potasio, flúor, calcio, fósforo, cloro, yodo, magnesio), son los mismos que contiene el cuerpo humano.
Es increíble que la mayoría de los descubrimientos actuales ya están descritos en la Biblia con claridad.
Las leyes bíblicas contienen grandes secretos médicos no conocidos hasta el descubrimiento de los gérmenes a finales del siglo XIX. Cuando la plaga negra estaba matando a media Europa, antes del Renacimiento, las naciones desesperadas se volvieron a la Iglesia, descubrieron las antiguas leyes dadas a Moisés, los principios practicados por Israel para enfermedades contagiosas donde se alejaba al muerto y se enterraban sus pertenencias.
Durante 1840, estas tragedias de ignorar los principios de la más elemental higiene, salubridad, fueron finalmente descubiertos por el Dr. Ignaz Semmelweis, originario de Viena. El comenzó a observar el alto índice de mortalidad que tenían en sus partos, principalmente en las mujeres tratadas por maestros y estudiantes. Esto requería practicar autopsias durante la mañana y en las noches (sin que hubiera lavamiento), y después examinar a los pacientes con las manos sucias e infectadas. Este médico introdujo la costumbre, después de haber leído los principios higiénicos en la Biblia (Num. 19, Lev. 11:29-40, Lev. 15:1-5) sobre el lavamiento después de haber practicado las autopsias.
Sus colegas se burlaron de él y lo ridiculizaron, pero no pudieron negar que las muertes comenzaron a desaparecer de manera milagrosa. Sin embargo, no fue hasta 1865 que esta práctica fue instituida oficialmente en el mundo de la medicina, por Joseph Lister.
De igual forma ocurrió con la circuncisión. Dios estableció este pacto con Israel, pidiéndoles que la señal externa de este convenio sería circuncidar a todo varón a los ocho días de nacido (Gen. 17:12). Esta práctica ha sido demostrada con valores médicos, pues en una investigación en 1940 se descubrió que las mujeres judías mantenían un índice asombroso de ausencia de cáncer cervical. Más tarde se descubrió y se identificó que la mayor causa de cáncer cervical era causado por el bacilo smegna, el cual es fácilmente transportado en el prepucio de los varones no circuncidados y transmitido a las mujeres, causándoles la abrasión de la cervix. ¿Por que Dios ordenó circuncidar a los varones exactamente en el octavo día? (Gen. 17:12). Las investigaciones científicas han demostrado que los recién nacidos son prácticamente susceptibles a las hemorragias, especialmente entre el segundo y quinto día de su nacimiento. La vitamina K, esencial y necesaria para la producción de la protombina (sistema coagulante de la sangre), no es suficiente hasta entre el quinto y el séptimo día. La protombina es normal en un 30% hasta el tercer día y se eleva a un 110% en el octavo día. Fue Dios quien diseño el cuerpo humano.
La glotonería, la falta de ejercicio de nuestro cuerpo y el estrés diario provoca que muchos seres humanos partan de esta vida antes de tiempo. La Biblia nos advierte en contra del uso abusivo del alcohol, de la glotonería y la inmoralidad sexual (Primera de Corintios 6:9-10, Ro. 13:13).
De igual forma a mucha gente sorprende el aprender que la ciencia no tenía comprensión, aun de las especies básicas hasta el año 1735, cuando el suizo Carolus Linnaeus desarrolló un sistema para clasificar organismos, el cual sigue siendo usado hasta nuestros días. La Biblia definió la clasificación biológica, según su género y especie con mucho tiempo de anticipación (Gen. 1:21, 24-25).
En el año 400 a.C., el filósofo griego Demócrates especuló que la materia estaba compuesta de pequeñas e invisibles partículas, a las cuales llamó átomos; su idea fue recibida con mucho escepticismo. Casi todos los científicos y los filósofos creían que la materia estaba compuesta de diferentes proporciones de tierra, aire, fuego y agua. La Biblia describió claramente que la materia estaba formada de cosas no vistas (Hebreos 11:3). La ciencia pudo confirmarlo cuando en 1803, John Dalton desarrolló la moderna teoría atómica.
Se conoce fácilmente el genio de los inventores, pero qué difícil es reconocer al más grande genio del universo, al creador mismo de la vida.
Otra prueba de la creación divina es el arca de Noé; los detalles y el diseño del arca de Noé son un ejemplo de ingeniería que sobrepasa la capacidad humana para comprenderlo con tantos años de anticipación. Los ingenieros navales ahora comprenden que el ancho y largo del arca de Noé (Gen. 6:15), es el diseño ideal para la estabilidad de un barco de esas dimensiones (sin propela) en mares turbulentos. No fue hasta el año 1900 que comenzaron a construirse barcos semejantes (por ejemplo, el Titanic). El arca de Noé tenía 137 metros de largo 22 metros de ancho y 13 metros de alto. Tenía tres pisos y el área total de estos pisos era de 95 mil 700 pies cuadrados, equivalentes a 20 canchas de básquet o a 522 vagones de un tren.
Desde los tiempos de Aristóteles, a través de la Edad Media y hasta el Renacimiento, el mundo científico creía que el aire no tenía ningún peso, pero la Biblia con miles de años de anticipación ya revelaba que el aire sí tenía peso (Job 28:25). No fue hasta que el italiano Torricelli, en el año de 1643, inventó el barómetro, cuando se confirmó esta verdad científica bíblica.
Y si hablamos de astronomía, la Biblia también tiene respuestas. Los chinos creían que la tierra era cuadrada, los egipcios que era rectangular, con una diosa arqueando su cuerpo sobre la tierra, mientras que el sol y la luna masajeaban sus brazos y piernas. Los mesopotamios creían que la tierra flotaba como un barco sobre alguna estructura. Otros filósofos enseñaron que la tierra descansaba sobre Hércules o sobre algunas tortugas, pero hace aproximadamente 5 mil 500 años la Biblia enseñaba que la tierra cuelga sobre el espacio (Job 26:7).
Con qué facilidad creemos sobre hechos noticiosos reportados a diario, muchas veces sin tener una verdadera fuente, y cuando hablamos de la escritura bíblica nos cuesta creerlo y en ocasiones sólo creemos en parte, sobre todo cuando su palabra nos toca en áreas sensibles.
