MADRID, España. "Se trata de Europa". La frase a favor del "sí" a la Constitución Europea devuelve la promesa de "una Nueva Europa", capaz de influir más decisivamente en la escena internacional; una Europa protagonista y no una simple espectadora.
El histórico Tratado de Maastrich de 1992-que da forma a la fusión de Europa en una sola unidad política y económica-había traído similar promesa: devolverle su antigua grandeza, convirtiéndola en una superpotencia económica, política y militar. Trece años después, el sueño se cumple en lo económico, pero no en lo político. La Unión Europea (UE) mueve el 25% del comercio mundial, representa el 30% del Producto Interior Bruto y acapara el 50% de la inversión extranjera. Pero no ha sido capaz de traducir ese peso económico en influencia política. Su capacidad militar es además sumamente débil, si se compara con el arsenal estadounidense. La invasión de EU a Irak dejó al descubierto las profundas fisuras en las relaciones con Europa, mientras que para muchos europeos, el apoyo de España (gobernada en ese entonces por José María Aznar) fue un signo de la fragilidad del consenso político a lo interno de la Unión Europea.
En vísperas del referéndum del 20 de febrero próximo, en el cual los españoles aprobarán o rechazarán el tratado constitucional, los más altos jerarcas europeos-- como Javier Solana, representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad y Alejo Vidal Quadras, vicepresidente del Parlamento Europeo-defienden la Constitución como la vía hacia esa "Nueva Europa". Ante un lleno completo en la Fundación Carlos Amberes de Madrid, Javier Solana aplicó las leyes de la física a las relaciones internacionales, al definir el reto europeo como un asunto de "relatividad política". Europa debe moverse al ritmo de los tiempos, adaptarse a la nueva escena mundial, de lo contrario irá quedándose atrás en la geopolítica mundial.
Solana dejó claro, sin embargo, que Europa no quiere ser una potencia militar, pero sí una potencia civil con capacidad militar "no para hacer la guerra sino para mantener la paz". El proyecto constitucional establece tres pilares para una política de defensa: una agencia de defensa común, la cláusula de solidaridad (que permite que grupos de países europeos puedan actuar conjuntamente en operaciones militares) y la cláusula de defensa común, ante eventuales ataques de terceros países. En contraposición a la política unilateral de Estados Unidos-que quedó plasmada en la invasión a Irak sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU--, Europa apuesta por el "multilateralismo" en las relaciones internacionales. Esa noche, Solana dio un abierto espaldarazo a la ahora muy debilitada Organización de las Naciones Unidas, al declarar que Europa considera que las grandes decisiones de política internacional deben tomarse en el seno de este organismo. Según el representante diplomático, las áreas estratégicas para la política exterior europea son actualmente los Balcanes y Oriente Medio; pero también abogó por la necesidad de mejorar las relaciones con Estados Unidos; fortalecer la cooperación con MERCOSUR (Brasil, Argentina, Uruguay Paraguay) y poner más atención a Rusia y China. Ni una palabra sobre Centroamérica y el Caribe, una región que para los diplomáticos europeos es una "zona de influencia" estadounidense. Los asuntos vitales de la política exterior europea, se centrarán, según Solana, en la lucha contra el terrorismo internacional, la proliferación de armas de destrucción masiva y la especial atención a los que bautizó como "Estados fallidos" que son propensos a generar brotes de terrorismo y producir armas de destrucción masiva, objetivos bastante parecidos a los esbozados por Condoleezza Rice en su reciente gira europea.