La policía de Río de Janeiro va en serio: tropas especiales y soldados de elite asaltaron este domingo otro feudo del narcotráfico en el norte de la ciudad, con imágenes propias de una guerra civil. Algo, sin embargo, que pasó casi desapercibido en Copacabana, donde la vida de playa continuaba imperturbable.
El Atlántico resplandece de un intenso azul celeste en la legendaria playa de Copacabana, donde miles de personas toman el sol, juegan al voleibol o al fútbol y otros tantos hacen jogging a 30° C por el paseo marítimo de Ipanema y Leblon.
Los turistas beben cerveza local y caipiriña en los bares de la playa, pero sus miradas están puestas en los televisores que muestran de forma ininterrumpida imágenes en directo de “la guerra en Río”.
Combates de puerta en puerta y las idílicas playas conforman, en una oposición grotesca, la cotidianidad de la Cidade maravilhosa, la ciudad maravillosa de Brasil.
El Complexo do Alemao se sitúa en el norte de Río, 20 kms de Copacabana, una zona que comprende una docena de favelas con 65 mil habitantes. Aquí manda el Comando Vermelho (Comando rojo). O mejor dicho, mandaba.
La policía asaltó el lugar ayer con artillería pesada, para quedarse. Las fuerzas de seguridad detuvieron a 13 supuestos narcotraficantes.
“Queremos traer la paz y los ciudadanos lo saben”, dijo el comandante Mário Sérgio Duarte. Pero la operación de dimensiones históricas se ha cobrado desde comienzos de la semana pasada casi 40 vidas y muchos temen que la cifra de víctimas aumente.
En Río hay casi mil favelas. Algunas son refugio de la violencia y el narcotráfico, como la favela Vila Cruzeiro, que pertenece al Complexo, y conquistada a comienzos de la semana a costas de un alto derramamiento de sangre.
En la favela del futbolista Adriano, delantero de la Roma en la Liga italiana, jóvenes fuertemente armados circulando en motos son una imagen del día a día. Los arsenales de las bandas están llenos de granadas y misiles Stinger. Un mundo paralelo en el que la policía no se atrevía a entrar, hasta comienzos de la semana.
Pero para ganar el combate no basta una operación policial masiva. En Río todos saben que los capos de la droga tienen infiltrados hasta en los niveles más altos de la policía. Además de los combates casa a casa en las favelas, será decisivo un consecuente combate contra la corrupción para hacer de Río una ciudad más segura antes de los Juegos Olímpicos de 2016.
