JOHANNESBURGO, Sudáfrica (AFP). El desarrollo sostenible, cuya puesta en práctica es la razón de ser de la cumbre de la ONU de Johannesburgo, que se abrió ayer lunes, pretende crear un modelo económico capaz de generar riqueza y bienestar al mismo tiempo, que promueve la cohesión social e impide la destrucción de la naturaleza.
Por ello pone en entredicho el modelo de producción y consumo occidental que amenaza el equilibrio del planeta.
El desarrollo sostenible abarca los aspectos económico (crecimiento del Tercer Mundo), social (integración y solidaridad entre el norte y el sur) y medioambiental (preservación de los bienes mundiales de todos y regeneración de los recursos naturales).
Además se preocupa por los problemas a largo plazo, mientras que el actual modelo de desarrollo fundado en una lógica puramente económica se centra en el hoy y en el ahora.
El término fue utilizado por primera vez en 1980 por un organismo privado de investigación, la Alianza Mundial para la Naturaleza (UICN). En 1987, el concepto apareció en el informe realizado por la ex primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland para la ONU en el cual se decía que un desarrollo es duradero cuando responde a las necesidades del presente sin poner en peligro las capacidades de las generaciones futuras para hacer lo mismo.
La formulación del concepto de desarrollo sostenible implicaba el reconocimiento de que las solas fuerzas del mercado abandonadas a su libre dinámica no garantizaban la no destrucción de los recursos naturales y del medio ambiente, afirma el economista y consultor ambiental español Antxon Olabe.
En la llamada cumbre de la Tierra de la ONU celebrada en Río de Janeiro en el año 1992, esta palabra fue el centro de las discusiones.
Desde entonces, en un extremo se sitúan ecologistas puros y duros que instan a un crecimiento cero para poner fin al agotamiento de los recursos. En el otro hay quienes opinan que el progreso tecnológico permitirá resolver todos los problemas medioambientales.
Esta segunda visión es la utilizada para explicar actitudes como la del presidente estadounidense George W. Bush, quien anunció que Washington no ratificará el protocolo de Kyoto (1997), sobre la reducción de los gases que producen el efecto de invernadero.
La primera interpretación del término, que juzga incompatible desarrollo económico con respeto al medio ambiente, fue lanzada en 1972 por universitarios del llamado Club de Roma en un informe titulado Alto al crecimiento.
Pero este enfoque, aparentemente solidario, lo es únicamente con la naturaleza y no con los países en vías de desarrollo que critican que no pueden interrumpir un crecimiento que todavía no han iniciado.
El término desarrollo sostenible no facilitó las discusiones en Río de Janeiro hace exactamente 10 años, donde los países del norte intentaron defender el derecho a un medio ambiente saludable y los del sur, simplemente el derecho a desarrollarse.
Por ello, el documento que salió de aquel encuentro, la Agenda 21, es un conjunto de 2 mil 500 recomendaciones que nunca fueron aplicadas.
El reto de la cumbre de Johannesburgo, que se celebra hasta el 4 de setiembre en esta ciudad sudafricana, será por ello concretar estos compromisos que combinan desarrollo económico, social y cuidado medioambiental.
La tarea resulta cuando menos ambiciosa, ya que en los últimos 10 años los países siguieron haciendo de la economía la prioridad de su desarrollo y se confesaron incapaces de contaminar menos o de dedicar más dinero público al bienestar de todos.